Los pitiyankis
Por una vez
en su larga carrera de desafueros contra su "patio trasero", el imperio se comporta con discreción y prudencia, se desmarca del único golpe militar latinoamericano
que no ha machineado y hete aquí que
el "antiimperialista" Chacumbele
exige que el imperio meta sus patotas en Honduras
Lo que
nos faltaba por ver en este
continente bananero es a Hugo Chávez y a Manuel Zelaya pidiendo,
casi rogando, la intervención del imperio en
Honduras.
Por una vez
en su larga carrera de desafueros contra su "patio trasero", el imperio se comporta con discreción y prudencia, se desmarca del único golpe militar latinoamericano
que no ha machineado y hete aquí que
el "antiimperialista" Chacumbele
exige que el imperio meta sus patotas en Honduras.
Como no se atreve a atacar a Obama de frente, explica su conducta inventando
que éste es "rehén del imperio" y que por eso no puede
actuar.
Igualmente patético, si no más, es
Zelaya. Viejo pitiyanqui, al fin, como
todos los oligarcas de su país, entre los cuales es uno
de los más conspicuos, ha dicho nada menos que "Obama, que tiene una gran
fuerza, debe actuar en Honduras". Fin de mundo.
Zelaya quiere regresar al poder montado en un tanque gringo.
Lo que
llama poderosamente la atención
es que Chacumbele
no le exija a Lula aunque sean unas palabritas
de condena al golpe. Tampoco le reclama nada a Tabaré ni a Bachelet,
quienes no han sido particularmente locuaces en este asunto.
Quizás si se detuviera
a pensar un poquito se daría cuenta de que uno de sus
más graves errores ha sido el de no dejar espacio para que
las democracias del continente asumieran la búsqueda de una salida para la crisis hondureña.
Cuando tanto Chacumbele
como el crápula de Ortega,
con la fianza cubana por detrás, más
el asqueante oportunismo de
Insulza, se cogieron el protagonismo, produjeron un prudente paso atrás
de los demás gobiernos.
Todo el que oyó
a Chacumbele en Managua debe
haber pensado que si bien
el golpe era inaceptable,
la postura del Presidente venezolano no lo era menos. La injerencia chavista es digna de algunos
episodios de la historia
imperial de los Estados Unidos.
Un avión
de Pdvsa transportando a
Zelaya, con la presencia de numerosos
activistas venezolanos enviados a Honduras, junto con las cajas electorales,
para la "encuestica",
son actos claramente perturbadores de la soberanía de
Honduras.
Cabe pensar que
si la OEA se hubiera reunido sin la previa visita de Insulza a Managua (donde comprometió su condición de mediador), en medio de un clima universal de repudio al golpe, era factible una acción
de los gobiernos democráticos
del continente con vistas a procurar
una solución negociada.
Pero cuando la batalla por la restitución del inefable "hilo constitucional" en
Honduras, pasan a liderizarla
gobiernos de tan dudosa solvencia democrática como el nuestro y el de Nicaragua
y, aunque en segundo plano, el cubano, que no tiene ninguna,
más los añadidos de
Cristina, que viene de recibir un revolcón electoral, y
de Correa, que parece querer disputarle a Chacumbele el estrellato, entonces se comprende por qué ni
Lula, ni Bachelet ni Tabaré, pero
tampoco Obama, van más allá de lo que les sale, que es la prudencia
diplomática.