Democratizar la libertad

 

Al leer diferentes opiniones de prensa observamos que existe un consenso implícito, aun entre ideologías antagónicas: el problema fundamental del país es la concentración intergeneracional de recursos y de poder en un pequeño grupo de personas. En Guatemala con agravantes contextuales: nacer mujer indígena y vivir en el área rural implica -por regla, no por excepción- pobreza, exclusión, discriminación y esperar un nivel de desarrollo humano abajo del promedio mundial. Un amigo en EE. UU. me decía: “Aquí al menos sabes que si te fajás, con dos trabajos al día, y te apretás el cincho, podés vivir un poco mejor de lo que vivías en Guatemala, independientemente si sos mujer o indígena. Aunque escasas, hay más oportunidades que en Guate y tus hijos reciben educación y -ahora-  salud.

 

Samuel Pérez-Attias

 

En Guate, aunque te fajés, si nacés pobre y con ciertas características (no-hombre, no-urbano, no-ladino) es muy probable que mueras pobre, sin educación formal y sin salud, si es que no te matan en el intento de salir de tu pobreza. Podés trabajar duro, sudar la gota amarga cortando café o caña, pegar botones en la maquila o arriesgar la vida cargando una escopeta, pero de eso a que salgas de pobre hay mucho trecho. Peor aún, con un sueldo que no cuadra para pagar tus gastos mínimos de sobrevivencia —la maquila paga menos de US$300 al mes y la canasta básica ampliada es de US$605— y un Estado sin capacidad de dar educación y salud pública, las condiciones se reproducen en tus hijos”.

 

Muchos problemas actuales surgen de la concentración del poder y riqueza: lento crecimiento económico, exclusión social, migración, violencia, manipulación mediática, impunidad, compra de voluntades, barreras a la competencia y otras consecuencias negativas. Una economía concentrada en pocos y una democracia capturada por los mismos se vuelven una plutocracia (Gobierno de ricos). Pero el poder concentrado puede, democrática o violentamente, romperse.

 

Es posible democratizar el acceso a oportunidades pacíficamente a través de servicios públicos que doten de herramientas  a la ciudadanía excluida y le permita, a través de los mercados, construir su propio proyecto de vida: emprender, crear arte o hacer deporte, en fin: “Democratizar la libertad”. Esto se logra con un sistema de impuestos progresivos y un Estado fiscalmente fuerte y eficiente, consecuencia de una ciudadanía responsable, comprometida con la democracia y valiente para denunciar y actuar ante la corrupción.

 

Aquí es donde quisiéramos que  el cartel de libertarios nos explique cómo su idea de eliminar impuestos progresivos rompería el poder económico estructuralmente concentrado. De hecho, la evidencia apunta a lo contrario: los impuestos directos progresivos y un gasto público eficiente reducen la inequidad, ayudan a mejorar la distribución de oportunidades y democratizan la economía y el acceso a factores productivos, incluyendo capital humano, es decir, oportunidades económicas para que la riqueza creada se traslade a la ciudadanía. ¿Queremos libertad? Rompamos entonces con el poder concentrado. De eso se trata.

 

Samperez1@gmail.cOM