Había conciencia de la falta de ética
COMO ERA DE ESPERARSE, el tema de los abominables experimentos realizados en Guatemala por Estados Unidos y la Oficina Sanitaria Panamericana entre
1946 y 1948, y por los cuales
pidió perdón el presidente estadounidense Barack
Obama, se está dirigiendo
al campo de la ética; es decir, de las acciones
correctas e incorrectas.
Mario
Antonio Sandoval
A mi juicio,
conforme pasen los días y las semanas,
seguirán haciéndose públicas revelaciones como las cartas
intercambiadas entre las autoridades médicas de ese entonces, con las cuales será
muy fácil darse cuenta de la existencia de dudas o de certezas acerca de todo lo antiético de este programa, imposible de justificar por ninguna razón,
ni siquiera por la realidad de ese lejano tiempo
en cuanto a no detenerse a pensar en los aspectos inhumanos del avance de la ciencia médica.
LAS CARTAS DE John Cutler no dejan espacio a la duda. En ellas
señala, como lo informó ayer Prensa
Libre, su preocupación porque el experimento se echara a perder si se filtraba
alguna palabra del mismo a las “personas equivocadas”. Con eso, a mi juicio, se puede interpretar sin temor de equivocaciones la inocencia de las más altas autoridades guatemaltecas de ese tiempo con posible relación al caso; es decir el doctor Juan José Arévalo y el ministro de Salud, el doctor Carlos Herrarte.
Sus brillantes hojas de servicios para Guatemala son razón suficiente para no intentar mancharlos, porque nadie podría
autorizar, sin ser un verdadero monstruo, la inoculación intencional de sífilis, gonorrea y chancros a ningún ser humano. Punto.
TAMPOCO A NADIE debe sorprender la proliferación de mensajes de repudio generados en muchos países, en protesta por estos experimentos
cuasidiabólicos. Solo pueden ser explicados
porque un científico de hecho enloquezca y, por tratar de lograr avances en un determinado campo
de la medicina, en este caso, se olvide de todo lo demás. No por ello se les puede perdonar ni exculpar.
Éticamente hablando, lo peor de todo es
no solo haberles ocultado
la información, sino en algunos casos haberles
mentido al asegurarles ser
parte de un experimento para beneficiarlos o curarlos. Pero además, los culpables no pensaron siquiera en quienes serían contaminados por las personas antes contaminadas… Es en realidad abrumadoramente
malo.
Había conciencia de la falta de ética
COMO ERA DE ESPERARSE, el tema de los abominables experimentos realizados en Guatemala por Estados Unidos y la Oficina Sanitaria Panamericana
entre 1946 y 1948, y por los cuales
pidió perdón el presidente estadounidense Barack
Obama, se está dirigiendo
al campo de la ética; es decir, de las acciones
correctas e incorrectas.
A PARTIR
DE AHORA, según mi criterio, el centro
de todo este asunto no deben ser los aspectos médicos. Ya queda clara a todo mundo la falta de moral y de ética de todos los participantes directos, comprobables con documentos. Se supone, pero queda
una duda justificada, respecto de si es cosa
del pasado o si esta clase
de acciones han seguido a lo largo del tiempo, o si aunque los pacientes
involucrados hayan dado su consentimiento, se les ha otorgado toda la información previa necesaria para haberles permitido tomar una decisión
más consciente de los riesgos. Tampoco se puede rechazar de plano a la investigación
en seres humanos antes de decidir si alguna
sustancia o descubrimiento tiene posibilidades justificadas de ser beneficiosa.
EL TIPO DE COMPENSACIÓN de Estados Unidos no debe ser económico para alguna persona. De seguro no hay archivos, ni
se puede saber lo ocurrido
a los hijos, por ejemplo, de personas contaminadas
por quienes fueron inyectados. Por eso el Gobierno
de Guatemala necesita actuar
con el pensamiento dirigido
a obtener un beneficio para los guatemaltecos vivos hoy, y el tema es muy sencillo:
negociar con Washington, donde
parece existir la voluntad política de hacer algo, algo
a favor de quienes residen
en la Unión Americana. Es una negociación
basada en cómo lograr un desagravio real, una acción gracias a la cual se pueda empezar
a hablar de perdón y de olvido, o de olvido y de perdón. La puerta está abierta. Es
cuestión de trasponer el umbral.