La alianza del mal
¿Cómo
pueden conciliar las lecturas mal digeridas de Marx con la versión fundamentalista del Corán?
11/01/2012
Pilar Rahola
No es
la primera vez que Chávez y Ahmadineyad se dan besitos. Se besan, se abrazan, firman acuerdos, pasean juntitos, y en el súmmum del delirio
se dedican mutuas alabanzas. Es el amor
que se profesan los monstruos. Hugo y Mahmud, ambos riman con el verbo oprimir en sus muchas variables, desde la brutal opción del islamofascismo a la más camuflada del pseudofascismo bolivariano. En
ambos países se persigue la
libertad individual, se castra
a la oposición política, se
amenaza a los críticos, se cierran medios de comunicación, se incautan propiedades y los gurús del poder
aumentan su ingente riqueza mientras la pobreza gana terreno entre
la gente. Ambos dos son propietarios
del oro negro, y lejos de usarlo para emancipar a sus pueblos y sacarlos de la miseria, utilizan su poder económico
para enquistarlos en el inmovilismo y el desánimo. Son la
expresión moderna de la maldad tiránica de siempre, en el caso de Chávez disfrazada de revolución de pacotilla; en el caso del dictador iraní,
sin ningún camuflaje. Y aunque ciertamente
no es extraño que los sátrapas
se unan, también es cierto que
su alianza aumenta exponencialmente el riesgo que representan.
Chávez es la puerta de entrada del chiismo
radical en toda Sudamérica
–hasta el punto de haber islamizado pueblos indígenas–, y es también el garante de la amplia logística que ha conseguido el islamismo extremo en el continente latinoamericano. Además, junto con sus amigos bolivarianos, es el apoyo más sólido
para los delirios nucleares de la dictadura iraní. Delirios que, si llegan
a puerto, representarán el peligro más serio
a qué se enfrenta la humanidad. Es Hitler con la bomba
atómica.
Y los tontos de la izquierda revolucionaria dando su apoyo...
¿En qué momento todos estos perdieron
el sentido mínimo de la proporción? ¿Cómo pueden conciliar
las lecturas mal digeridas de Marx con la versión más integrista del
Corán? ¿Cómo casan los émulos
posmodernos del Che Guevara con los barbudos descorbatados que defienden el islam más tiránico?
¿Cómo se levanta la bandera de la libertad apoyando una de las dictaduras más feroces del
planeta? Probablemente, como hicieron
siempre, no en vano todos estos consideraban
a personajes como Stalin unos héroes. Pero
incluso aceptando la perversión ideológica que unifica a
islamistas con bolivarianos,
resulta difícil imaginar la cosmopolita sociedad de Caracas aplaudiendo a
un tipo que condena a las mujeres
a la lapidación. Nada en la historia
de Venezuela permite comprender
la locura actual, más allá de la desgracia que sufren los
pueblos cíclicamente. Y si vamos a la memoria
profunda del país, ¡qué maldad
manchar el nombre de un masón ilustrado y brillante como Bolívar, con la demagogia delirante y violenta de Chávez! Si Bolívar levantara
la cabeza y viera a Ahmadineyad y a Chávez en su noble tierra, volvía a morirse.