Nuevo organismo
regional
Habrá que esperar
qué acciones adoptará la flamante Comunidad para que no sea tan sólo una OEA más
debilitada, con mayores pugnas internas, y con resultados como
los que se han producido en esta parte de América cuando se ha tratado de integraciones políticas o económicas.
Se puede
apuntar como un triunfo diplomático del presidente venezolano Hugo
Chávez, la creación, en Cancún,
México, de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños,
aunque su nacimiento no estuvo exento de roces entre los mandatarios de Colombia y Venezuela.
Si evidentemente
ésta es una
victoria “bolivariana” acompañada, inesperadamente, por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, y por el presidente Felipe Calderón, de México, habría que preguntarse qué destino tendrá
la nueva Comunidad de Naciones y para qué servirá. ¿Se
trata de una estocada mortal a la Organización
de Estados Americanos (OEA)? ¿De reemplazar a un organismo viejo
luego de años de evidente debilidad? ¿O se pretende ampliar
la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur) que todavía no arranca oficialmente por falta de ratificaciones de los países miembros?
Aparentemente, según los ecos de Cancún, ni lo uno
ni lo otro. Se supone que la
OEA seguirá en pie.
¿Pero qué funciones tendrá si la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños asocia a 33 naciones exceptuando a Estados Unidos
y Canadá? Está claro que los grandes
asuntos latinoamericanos y del Caribe se tratarán
en el nuevo organismo
regional y que la OEA habrá perdido el escaso protagonismo que todavía tiene.
Desde luego que a EEUU
no le interesará permanecer
en una OEA marginal, donde, además, los norteamericanos proporcionan los mayores aportes económicos para su sustento. Si
la OEA estaba moribunda, ahora muere sin remedio aunque algunos digan lo contrario.
Se ha logrado
el propósito de apartar del diálogo latinoamericano
y caribeño a Estados Unidos. Pero ¿y ahora? ¿Las naciones de nuestro subcontinente tendrán que relacionarse sólo bilateralmente con la primera potencia del mundo? ¿No es más complicado
hacerlo? ¿O vamos a ignorar a EEUU?
¿Y por qué
se excluye a Canadá también? ¿Por
imperialista o por ser una nación altamente
desarrollada que no encaja con los tercermundistas?
Con esto, simplemente, se
ha cortado, de un tajo, el hemisferio americano en dos, dejando a los países ricos afuera,
para, como ha dicho el presidente Lula, conquistar nuestra “personalidad como región”.
Es, por
decir lo menos, muy confuso lo que ha sucedido, porque esto no involucra a tres o cuatro naciones que hayan querido
modificar caprichosamente
el sistema interamericano, sino a países poderosos,
con democracias estables, y
dirigentes confiadamente serios. Ciertamente, algunos mandatarios
involucrados están prontos a concluir sus mandatos, pero
eso no justifica lo acontecido.
El protagonismo de Chávez es notorio en la creación de la nueva entidad regional. No estarán presentes EEUU ni Canadá, y, sin embargo, Cuba será pieza importante
en el grupo comunitario, evitando doblegar la cerviz para reintegrarse
a una OEA indeseable de la que fue expulsada, por influencia norteamericana, hace más de cuatro décadas.
Unasur hasta ahora
ha sido un fiasco. Habrá que esperar
qué acciones adoptará la flamante Comunidad para que no sea tan sólo una OEA más
debilitada, con mayores pugnas internas, y con resultados como
los que se han producido en esta parte de América cuando se ha tratado de integraciones políticas o económicas.