Dos elecciones
a la Suprema
Eduardo
Enríquez
El destino
ha querido que la elección de un magistrado a la
Corte Suprema de Justicia
en Nicaragua coincida con la elección
a un Juez de la Suprema
Corte de los Estados Unidos.
Esto nos da una oportunidad
a los nicaragüenses de comparar
ambos procesos y ver claramente dónde está el “pecado original”, que hace a nuestra
Corte Suprema (CSJ) uno de los más desprestigiados cuerpos institucionales de nuestra República, mientras en Estados Unidos ésta es uno
de los más respetados.
Cuando hay una vacante
en la Suprema Corte de Estados
Unidos, el Presidente (y sólo el Presidente) nomina al candidato que considera más
apropiado para que su visión
(la del Presidente y su partido) sobre
el Estado, la sociedad, etc., sea protegida
y que esa visión se consolide. Pero el nominado es sometido a un
escrutinio feroz en el Senado, que es
el encargado de ratificar
la nominación, y en los medios
de comunicación.
En Nicaragua, por otro lado,
desde las reformas de 1995 no sólo el Presidente puede proponer, sino los diputados ante la Asamblea Nacional, pero sólo puedo pensar
en un caso en los últimos 18 años mediante un proceso parecido al de Estados Unidos.
Veamos el ejemplo actual. En Estados Unidos el presidente Barack Obama ha nominado
a la juez Sonia Sotomayor, de origen puertorriqueño y con
una visión liberal de lo que debe ser la sociedad norteamericana.
“Liberal” en EE.UU. significa, por ejemplo, estar a favor del aborto y de proteger los derechos de las minorías étnicas. Pero además, ella no sale de la nada, tiene
amplia experiencia como juez y abogada
y viene de una Corte de Apelaciones.
En Nicaragua, sin embargo, lo
que buscan los dos partidos que proponen
a los candidatos y los caudillos que
los controlan, son dos cosas:
que el candidato garantice lealtad al caudillo y que beneficie directamente
a las cúpulas del partido. Es por eso que
en la CSJ hemos visto sentarse en los últimos tiempos, por el lado sandinista,
a una juez como la doctora Juana Méndez que en menos de seis años tuvo
un asenso vertiginoso de juez local en el 2000 a Magistrado
de la Corte Suprema en 2006.
O del lado
liberal vemos a un señor como Antonio Alemán, cuyo único mérito
es ser hermano del caudillo
liberal Arnoldo Alemán.
Actualmente, ya se está
hablando que el próximo magistrado “le toca” a los liberales, según el pacto que ha dividido entre sandinistas y liberales constitucionalistas, y que ese magistrado
va a ser un diputado.
Ahora comienza tanto en el Senado como en la Asamblea
la discusión. Lo que se discute en Washington es qué tan liberal es la juez Sotomayor. Si apoya el aborto o no, si apoya los derechos
de las minorías o no, si apoya los derechos
de los Estados frente al Gobierno central o no, y una gran cantidad de temas referidos a la constitución estadounidense y las leyes. Obama no la va a tener fácil,
pero tiene grandes oportunidades de que su candidata
sea electa, no porque “le toca” gracias a ningún pacto, sino porque
tiene mayoría en el Senado, mayoría que le otorgó el pueblo en una votación limpia
y con reglas claras que datan de hace
decenas de décadas.
En Nicaragua no hay discusión filosófica alguna sobre cómo
debería ser el Estado o la sociedad.
Si se respeta el pacto se da por sentado
que van a elegir a un liberal de Alemán, pero
con los liberales de Alemán tan débiles
puede que los sandinistas terminen eligiendo un aliado. Tal vez hasta alguien
de la bancada de los BUN. Y eso,
lo que va
a lograr es mayor control
de los sandinistas en la CSJ.
El proceso
de selección es el “pecado original” de los poderes
en nuestro Estado fallido.
No sería difícil hacer las cosas
bien. Pero no quieren hacer las
cosas bien.