EU: migración e hipocresía
En
un encuentro sostenido ayer en el Vaticano entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el papa Francisco, ambos jefes de Estado abordaron el tema de la política migratoria del vecino país del norte e hicieron un llamado a "erradicar el tráfico de seres humanos en el mundo", a trabajar para que "el derecho internacional y humanitario sea respetado en las zonas de conflicto",
y a buscar "soluciones
negociadas".
Si
se tiene en mente el recrudecimiento de la persecución
de inmigrantes indocumentados
y de las consecuentes violaciones a los derechos humanos durante la administración Obama, tales pronunciamientos
constituyen, en su voz, un acto de hipocresía. En efecto, debe recordarse que el actual mandatario estadunidense no sólo ha mostrado resistencia a abandonar las tradicionales
políticas persecutorias y violatorias de los derechos humanos de su país
en materia migratoria, sino las ha recrudecido
e intensificado. Muestra de
ello es el hecho de que su
gobierno ha deportado a más de 2 millones de indocumentados –cerca de 140 mil
en lo que va del año–, la mayor cifra registrada, detrás de la cual se esconden otras tantas historias
de sufrimiento personal y familiar.
La
tasa frenética de deportaciones registrada durante la administración Obama
no es, como ha manifestado el propio mandatario, culpa del Congreso de
ese país por no aprobar una reforma migratoria,
ni se desprende de la aplicación estricta de un mandato de ley: de ser así, no se explicaría por qué sus
antecesores en el cargo, quienes
se condujeron bajo el mismo marco normativo
en esta materia, concluyeron sus respectivas gestiones con un número significativamente menor de deportaciones.
Antes
al contrario, como han denunciado organizaciones defensoras de migrantes y académicos en el vecino país y en México, la política de persecución de migrantes indocumentados del presente gobierno es consecuencia no de una consideración legal, sino de decisiones políticas y económicas, toda vez que
las deportaciones masivas de inmigrantes sin papeles han permitido
modular el mercado de mano
de obra en la economía estadunidense, la cual ha atravesado en años recientes por fases
de recesión que se iniciaron prácticamente al mismo tiempo que
el arribo de Obama a la Oficina
Oval.
Por otro lado, el llamado del mandatario estadunidense a "erradicar el tráfico de seres humanos" ignora la relación causal entre las regulaciones al flujo migratorio, la intensificación de los patrullajes
fronterizos, la construcción
de muros y "fronteras inteligentes" –lo cual
genera un marco de extremado
desamparo legal para los migrantes indocumentados– y la explotación de los viajeros por parte de las mafias dedicadas al trasiego ilegal de personas.
Queda claro, en suma, que Washington carece de la calidad moral necesaria para erigirse en ejemplo en materia migratoria y de respeto a los derechos humanos, y que difícilmente podrá remontar ese déficit
en tanto persistan ejercicios de simulación como los que han
caracterizado al actual ocupante
de la Casa Blanca.