El caso Snowden: independencia o sumisión
El
episodio que protagoniza Edward Snowden, ex consultor
de la inteligencia militar estadunidense (Agencia Nacional de Inteligencia, NSA, por sus
siglas en inglés), no sólo ha dejado al descubierto el enorme, masivo e ilegal aparato montado por Washington en diversos países para espiar
a gobiernos, funcionarios, empresas y ciudadanos particulares, sino que ha revelado también el grado de supeditación de algunos gobiernos a los designios de la
Casa Blanca o, por el contrario,
los avances logrados por otros en materia
de soberanía. Asimismo, el caso ha permitido apreciar claramente hasta qué punto
los estados involucrados en
esta circunstancia se rigen por principios
o por intereses.
Ayer,
por ejemplo, tras el anuncio de Snowden de que aceptaría las
condiciones que exigió el presidente Vladimir
Putin para darle asilo, habida cuenta
de que no tiene manera de llegar a las naciones latinoamericanas
que se lo han ofrecido, el gobierno ruso reaccionó con perceptible ambigüedad, en buena medida proporcional al pragmatismo del Kremlin en el manejo
de sus relaciones con la
Casa Blanca.
Un
día después de que el gobierno de Barack Obama acusó a Snowden de ser "un fugitivo
con imputaciones criminales"
y reprochó al Kremlin haber
facilitado un encuentro
entre el perseguido y dirigentes
de organizaciones humanitarias
–el que tuvo lugar el viernes en el aeropuerto de Sheremetyevo, y que fue su
primera aparición semipública desde que llegó a Moscú,
hace ya semanas–
la administración rusa afirmó que esta
persona tiene la condición
de "fugitivo indocumentado"
e insinuó que no va a apresurarse a conceder el asilo solicitado.
Resulta bastante claro, a estas alturas, que Moscú
actúa y actuará para maximizar las ventajas políticas
y diplomáticas que pueda extraer del episodio y no para garantizar la integridad del ex analista estadunidense ni para fortalecer
el derecho de las sociedades –la rusa y las otras– a la información transparente.
En
contraste, los integrantes
del Mercosur –Argentina, Brasil,
Uruguay y Venezuela– expresaron un "firme repudio" al acto "infundado, discriminatorio y arbitrario"
cometido por los gobiernos de España, Francia, Italia y Portugal, los cuales
impidieron en días pasados el sobrevuelo de sus territorios por el avión del presidente boliviano, Evo
Morales, ante la sospecha de que
en la nave viajaba Snowden. Asimismo,
el Mercosur condenó el espionaje que Estados
Unidos ha venido realizando en la porción sur del continente y rechazó las presiones
de Washington en contra de los países de la región que han
ofrecido asilo al ex analista de la NSA: Bolivia,
Venezuela y Nicaragua.
Es
ineludible la paradoja: en tanto
que España, Francia, Italia y Portugal, naciones
que se pregonan democráticas, humanitarias y respetuosas de la legalidad, la pisotean para quedar
bien con Washington, y cuando
Rusia, una potencia militar que sigue pretendiendo
rivalizar con Washington, se atrinchera
en cálculos de costo beneficio y regatea el refugio a Snowden para no molestar de más a Estados Unidos, varios gobiernos sudamericanos, entre ellos el de
un país tan pobre como Bolivia, no vacilan en enfrentar las presiones
y los chantajes de la superpotencia
e impulsan resoluciones –como la de la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba), la de la Organización
de Estados Americanos (OEA) y la del Mercosur– que constituyen lecciones de independencia y dignidad para los regímenes del viejo continente.