De EU y de El Chapo nos deben
explicaciones
Jorge Carrillo Olea
Este texto se refiere a un hecho insólito en la historia política contemporánea que se mantiene en la total oscuridad por el gobierno. El Presidente es responsable constitucional de informar sobre el estado de su administración. Puede delegar ciertos
casos por su especificidad. Lo que no puede es
evadirlos.
El caso
de Joaquín Guzmán Loera hace rato que
trascendió el marco de lo delictivo y se insertó en la conducción de la política interna, con serios rebotes al interés internacional. Debe quedar clara la disposición de Estados Unidos (EU) a sobredimensionar
a esa persona. Ha sido ese país
y nadie más el que ha propagado una imagen ensanchada
y exaltada del individuo.
EU lo ha inscrito en la lista de los hombres más ricos del mundo,
aunque se cuida bien de decir de dónde salió la información, cuáles fueron sus fuentes
y, si éstas fueran verdaderas o confiables, por qué delinquiendo Washington mismo no puso tal
información en manos de la justicia, como obliga la ley. Ningún país u organismo
internacional, público o privado ha respaldado tal información. Colofón: interesa sólo a EU.
¿Por qué? Es el crucigrama a descifrar, pero mucho tendría que ver con un propósito de un mayor sometimiento
al gobierno en turno y quizá al que ya
asoma como futuro. ¿El argumento? Nuestra incompetencia. EU sí sabe
ver más allá.
La verdad
es evidente, y Estados Unidos no la externa, espera a que brote como
deducción del pueblo: el gobierno
de Calderón no ha querido o no ha sabido
o no ha podido someter ni al delincuente ni a su órbita
criminal, según reveló el secretario de la Defensa Nacional. Así de simple, y ello demanda por
parte de Felipe Calderón una
explicación política
fundamental: por qué esta falla de la justicia. Son 11 años cumplidos desde la fuga. ¡Nada en 11 años! No lo creo. Tampoco creo
que Guzmán esté en una superfortaleza
en la Sierra Madre, no. Está en muchas
partes y en ninguna, en un sitio urbano anónimo,
en México o fuera, como se
ha pescado a tantos otros capos.
En Mérida,
febrero de 2007, Calderón le solicitó
a George W. Bush software, hardware, entrenamiento y muchos millones de dólares. Nada se supo después. El equipo electrónico para qué otra
cosa sería si no para localizar,
para rastrear huellas, para interceptar
sistemas de comunicaciones;
¿sirvió para algo? La fuga cumplía
seis años y recién había iniciado
su guerra, de la que presumió en la reunión. Y entonces, ¿por qué no ha pasado
nada?
Porque él sí
sabe y tolera la ominosa presencia de agentes estadunidenses, sí sabe lo que
hacen, en qué se meten. Entonces, por qué no exigirles
resultados de sus ya larguísimos años de trabajo disponiendo de técnicas poco menos que
increíbles: radares, satélites, aviones foto y termodetectores –como el Lockheed U-2–, cuentas bancarias, tarjetas, teléfonos, depósitos en paraísos fiscales, infiltrados, soplones. ¿Por qué se les tolera?
Joaquín Guzmán
pudiera haberse convertido en una pieza del rompecabezas que no hemos sabido
armar y que agudizará las tensiones
binacionales al definir
Washington a México como un país
en riesgo, un vecino incómodo y potencialmente peligroso. Seguramente los augures de Calderón ya saben cuáles
son las verdaderas y ulteriores intenciones de sus asociados estadunidenses.
Esas extrañísimas visitas del general David Petraeus, director de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA), ex comandante en Bosnia, Irak
y Afganistán, más el grupo de representantes (diputados) encabezados por el propio líder
de la cámara, John Boehner, ¿sólo
tuvieron por objeto intercambiar puntos de vista sobre la seguridad binacional, como se dijo? ¿Viaja el director de la CIA y ese
pesadísimo grupo de legisladores sólo para "intercambiar
ideas"? La verdad podría
ser que exigen tener mayor influencia en nuestra seguridad interior, incluida la electoral. ¿No tienen
las recientes filtraciones de la agencia antidrogas estadunidenses algo que ver?
Quieren más, lo quieren ya y mañana.
Esto es, con éste y con el siguiente gobierno, que deberá
ser a su modo.
Más que nunca
México se ha transformado en el vecino
incómodo, y en plena campaña electoral en EU. Es certidumbre de los republicanos y tiene para ellos mucha
miga el utilizar el argumento de que México es incapaz de regir
su propio destino y es un riesgo nacional. El Chapo y el gran narco se han convertido en una muestra de nuestras debilidades; por eso se transmutó
en peligroso símbolo. Hay que resolverles a los mexicanos los
problemas que ellos no pueden. Ésa es la finalidad
de Estados Unidos. Por tanto, con el tema de Guzmán Loera, Calderón nos tiene ante una gran mentira o un gran enmascaramiento, que es igual.
hienca@prodigy.net.mx