Egipto y la toma del cielo por
asalto
José Steinsleger
Decía el poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón que la poesía
es la única prueba concreta de la existencia del hombre. En este sentido,
toda revolución a fondo conlleva su carga poética:
Rusia (1917), China (1949), Cuba (1959), Nicaragua
(1979). Cuando la voluntad
de los pueblos se impone, ensueño y conciencia se conjugan en la acción.
Persuadido de que “nada puede detener la marcha de los pueblos…”, llevo muchos
años deshilvanando la madeja cultural y política del llamado "mundo árabe". Y en obras como Orientalismo,
de Edward Said, aprendí a tomar
distancia de los enfoques progre, como los que
tratan de entender a México
desde Princeton o París.
Eje analítico: el perfil belicista de Israel,
enclave neocolonial que apareció
en el mapa en sincronía con
las luchas de liberación de los pueblos del Magreb y Medio
Oriente.
¿Hay en Egipto una situación
"prerrevolucionaria"? Los anarquistas se oponen a la solución "autoritaria"; los socialistas celebran el aliento democrático de la sublevación; los comunistas piensan en si las condiciones
"están dadas"; los trotskistas agitan "el programa"; los nacionalistas evocan la dignidad de otras épocas; los
liberales y conservadores revisan las páginas
de El gatopardo, y los religiosos sueñan con "el renacer del Islam".
¿A cuál le voy? Le voy a las juventudes que, en todas las
épocas, tratan de tomar "el cielo por asalto". Apasionada expresión de Marx cuando elogió el alzamiento de la Comuna de París contra el gobierno de Thiers: “La tentativa de nuestros heroicos camaradas… prestos a asaltar el cielo” (Carta a León Kugelman.
Londres,
12 de abril de 1871).
Agrega: “Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho brumario, verás que expongo
como próxima tentativa de la revolución francesa no hacer pasar de unas manos
a otras la máquina burocrática-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino
‘demolerla’. Y ésta
es, justamente, la condición previa de toda verdadera revolución popular”.
Palabras de un pensador
occidental, que nada mal le vendrían
al país más occidentalizado del Islam. Porque
el ejército egipcio no está exhausto como
el ruso a fines de la Primera Guerra Mundial, ni se parece al que tomó el poder
en China, o al antifeudal que
derrocó al rey Faruk I. Tampoco cayó derrotado como en Cuba o Nicaragua, ni se halla moralmente acabado como el argentino tras la guerra de Malvinas.
Confieso mi perplejidad. ¿Cómo sigue
la inesperada repercusión
de un hecho que mereció, indistintamente, el saludo de Obama, Fidel y Ajmadineyad,
de la Unión Europea y los palestinos de Hamas, de los ejecutivos
de Google y los viejos verdes del 68 parisino, de los intelectuales "islamófobos", y los fieros guerreros libaneses de Hezbolá?
Visualizaba las causas
de la crisis en Yemen y Argelia, así
como la silenciada
represión que imperaba en Egipto, piedra angular del capitalismo
global. Mas no imaginé que después del
fiasco del imperio en Irán
(1979), su cliente militar número dos mordería el polvo de la derrota en poco más de 15 días.
¿Hambre más miseria
es igual a revolución? ¿Será verdad que Internet y los teléfonos celulares garantizan el triunfo de una insurrección? En Irán (2009), de poco
sirvieron. Y dudo que Mubarak era menos represor que los ayatolas.
Ay… ¿será que en lo apuntado subyace mi negativa a contar con 700 amigos
en Facebook?
Estoy listo para
aceptar que los reflejos decaen
con los años, y no me angustia. Si cuando
joven me mofaba de la chochez ideológica de algunos camaradas, sería ruin olvidar ahora la frase de Martí que les espetaba:
"Con el sueño, la juventud
nos honraría; con la verdad, se desmorona y se degrada".
Subrayo con rojo intenso: la caída de la disfuncional y anacrónica tiranía de Mubarak oxigenó a las hastiadas y heroicas juventudes de Egipto. Todos felices. Bueno… no todos.
Las monarquías y autocracias
árabes, los fascistas del Tea Party y la viscosa Autoridad Nacional Palestina no están felices. Mucho
menos, Israel.
Las analogías apenas alcanzan para hilar
lo contingente. En todo caso, en
1953 el pueblo de Egipto le confió
a un grupo de militares nacionalistas la conducción del proceso revolucionario. Y en 1979, el poderoso
ejército proimperialista del sha de Irán
fue paralizado por un movimiento político pacífico, aunque portador de una identidad religiosa
no menos poderosa.
Lo de El Cairo fue distinto. Reacia a "líderes
providenciales", ideologías,
partidos y movimientos políticos, las juventudes egipcias derrocaron pacíficamente al tirano. Y luego, delegaron en el general Mohamed Tantawi
(jefe del ejército y favorito del Pentágono), el proceso de "transición" a la democracia.
Conclusión: o yo me estoy poniendo viejo, o ya no importa a quién beneficia o perjudica una insurrección. Si estar a huevo
con "los de abajo"
es "la única brújula en medio del caos", que la infinita misericordia de Alá ayude al pueblo de Egipto.