De Tucson a El Paso
por un mismo carril: el terrorismo
By José
Pertierra*
En vísperas del
juicio contra Luis Posada Carriles en El Paso, Texas, el lunes, un terrorista
en Tucson, Arizona, le disparó en la cabeza a la Congresista Gabrielle
Giffords. Ella está entre la vida y la muerte. El asesino, Jared Loughlin,
disparó con un arma automática. Cuando redacto estas líneas, se registran seis
muertos –entre ellos una niña que nació el 11 de septiembre de 2001- y 12
heridos.
Tucson está a 319
millas de El Paso. Es un viaje de cuatro horas y media en automóvil, una línea
que se tensa dramáticamente en puntos comunes: el odio y el terrorismo, solo
que ahora Tucson está de luto, mientras que en El Paso un criminal tiene total
confianza en las leyes de Estados Unidos: no han sido hechas para él. La
fiscalía estadunidense lo protege, procesándolo como un simple mentiroso,
haciendo caso omiso al recuerdo de las decenas de personas que ha asesinado.
El terrorismo es un
cáncer social que nos amenaza a todos por igual. Nos debería doler las 2 mil
752 personas asesinadas en las Torres Gemelas tanto como la memoria de los 3
mil 478 cubanos muertos por acciones terroristas organizadas desde Miami
durante las últimas cinco décadas contra la Isla. Sin embargo, para Estados
Unidos hay víctimas de primera y de segunda categoría, como hay terroristas
buenos y malos.
Pero en cualquier
lugar, sea donde sea, los que cultivan el odio, cosechan el terrorismo. Cuando
le preguntaron al padre de la congresista Giffords si su hija de 40 años tenía
enemigos, Spencer Giffords dijo: “sí, todo el Tea Party”. En el verano pasado,
el contrincante de Gabrielle Giffords, un ex marine llamado Jesse Kelly que se
postuló para el escaño de parte del Tea Party, convocó a un mitin proselitista
para su campaña, con el siguiente mensaje: “Demos en el blanco para la victoria
en noviembre. Ayude a sacar a Gabrielle Giffords del cargo. Dispare el cargador
completo de una M16 automática con Jesse Kelly”.
Lo de menos es si
Jared Loughlin –el sospechoso de asesinato en Arizona– trabajaba para el Tea
Party o si Sarah Palin lo reclutó para tratar de asesinar a la Congresista
Giffords. Lo esencial es que tanto el Tea Party como Sarah Palin con alevosía
cultivaron un odio feroz contra los congresistas que apoyaron la reforma de
salud impulsada por el presidente Obama, y que floreció en la mente perversa de
Loughlin hasta convertirlo en un asesino.
Durante más de 50
años ese mismo resorte del odio ha sido utilizado contra Cuba por Estados
Unidos, país que ha alentado, entrenado y protegido a los terroristas que
mantuvieron a la isla como blanco de agresión permanente. El hijo pródigo de
esta hostilidad ha sido y es Luis Posada Carriles. Documentos desclasificados
muestran que la CIA le enseñó a utilizar explosivos. Lo entrenó para torturar y
matar. De acuerdo con su propio abogado, todo lo que ha hecho Posada Carriles
en América Latina ha sido "a nombre de Washington".
Posada es el autor
intelectual de uno de los crímenes más horrendos en la historia del terrorismo
internacional. El 6 de octubre de 1976, hizo explotar dos bombas con explosivo
C-4 –en ese momento solo en poder de la CIA–, que derribaron un avión en pleno
vuelo frente a las costas de Barbados. No hubo sobrevivientes entre sus 73
pasajeros.
Igual que Jared
Loughlin el sábado en Tucson, Posada asesinó a una niñita de 9 años. Sabrina
Paul iba con su familia a bordo del avión. La explosión le destruyó a Sabrina
el pecho y la cabeza. Las pruebas de los responsables materiales e
intelectuales son abrumadoras y gracias a ella, Venezuela arrestó
inmediatamente a Posada Carriles y presentó cargos de homicidio calificado
contra él. Sin embargo, Posada se fugó en 1985 con la ayuda de sus amigos
estadunidenses. Apareció pocos días después con trabajo, casa y comida. La CIA
le encontró empleo en El Salvador como uno de los dirigentes principales de su
Operación Iran-Contra. Su función era facilitar el traslado de armas
ilegalmente a los contras en Nicaragua. Luego, en 1997, dirigió la campaña con
bombas contra instalaciones turísticas en La Habana que costó la vida al joven
Fabio di Celmo. Contrató a mercenarios que están presos en la isla y han
identificado a Posada Carriles como el hombre que pagó el "servicio".
Washington lo siguió
amparando durante su jornada sangrienta en Centroamérica. Fue condenado en
Panamá en 2000 por haber tratado de volar un auditorio lleno de estudiantes en
la universidad durante un discurso del presidente Fidel Castro, pero sus amigos
sobornaron a la entonces presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, y en 2004 ésta
lo indultó, ilegalmente de acuerdo a la Corte Suprema de Panamá.
Posada llegó a Miami
en marzo de 2005. Venezuela inmediatamente pidió su extradición para que
Washington lo retorne a Caracas y rinda allí cuentas por las 73 personas que
asesinó en el avión cubano de pasajeros. En vez de darle curso a la solicitud
de extradición, la administración Bush presentó cargos contra él por mentiroso.
Son esos cargos los que los fiscales de Obama ventilan hoy en El Paso.
Estados Unidos
insiste en solo acusar a Posada Carriles de haberle mentido a oficiales de
inmigración. No han presentado cargos de asesinato o de terrorismo contra él, y
no han comenzado el proceso de extradición a Caracas. Lo protegen. ¿Por qué
será?
Sucesivos gobernantes
de Estados Unidos, más ciertos legisladores, han cultivado por más de 50 años
un odio visceral hacia la revolución cubana. Un odio que se ha convertido en
apoyo espiritual y material para el terrorismo. Tanto es así que el senador
Marco Rubio y los congresistas David Rivera e Ileana Ros-Lehtinen figuran entre
los donantes del fondo legal para pagar la defensa de Luis Posada Carriles en
El Paso.
Pero el terrorismo no
se combate a la carte. Unos inconvenientes sí; otros convenientes, no. El
viernes pasado, refiriéndose a los presos que tienen en Guantánamo, el
presidente Obama declaró que "procesar a los terroristas en los tribunales
federales es una herramienta poderosa en nuestros esfuerzos para proteger a la
nación y debiese estar entre las opciones que tenemos a nuestra disposición".
Entonces, ¿por qué no usa esa herramienta para procesar por terrorismo a Luis
Posada Carriles?
Posada sabe muy bien
que si lo condenan en El Paso solo por mentiroso, no va preso. Ya la juez se lo
dijo anteriormente. Le acreditan el año y medio que ha estado tras las rejas
cuando se dirimía su estatus migratorio, y lo dejan libre. Él está tranquilo,
sin remordimiento alguno por sus crímenes. De hecho le dijo al New York Times
en 1998, "ese italiano (Fabio di Celmo) estaba sentado en el lugar equivocado
en el momento equivocado... yo duermo como un bebé". ¿Qué pasaría si a
Loughlin se le ocurriera decir algo similar? ¿Habría impunidad?
*José Pertierra es
abogado. Su bufete está en Washington. Representa al gobierno venezolano en el
caso de la solicitud de extradición de Luis Posada Carriles.