Cuba-EU: vientos de cambio
La visita de siete congresistas estadunidenses a
Cuba, que concluyó el pasado martes, ha abierto perspectivas alentadoras con miras a un
eventual acercamiento entre los regímenes
de Washington y La Habana, distanciados desde hace cinco
décadas, tras el triunfo de la Revolución Cubana. Luego de reunirse con Fidel Castro –en un encuentro
que fue calificado
de magnífico por este– y con su hermano Raúl, actual presidente
de la nación caribeña, la legisladora demócrata Barbara Lee
señaló que, en el marco del nuevo gobierno de Barack Obama y a la luz
de la nueva dirección de la
política exterior de Estados
Unidos, es hora de buscar un nuevo camino (...) es hora de iniciar
un diálogo con Cuba. En un comunicado
oficial, el gobierno cubano manifestó su disposición al diálogo con Washington, teniendo como únicas premisas
la igualdad soberana de los
estados y el absoluto respeto a la independencia nacional y al derecho inalienable
de cada pueblo a la autodeterminación.
La reunión entre
los representantes estadunidenses
y los dirigentes cubanos se
produce unos días después de que los líderes de las fracciones demócrata y republicana en el Senado de Estados Unidos presentaron un proyecto de ley que, de ser aprobado, eliminaría las restricciones existentes para viajar a Cuba. Debe recordarse que desde marzo pasado
el propio Barack Obama había
firmado ya una ley de presupuesto
que relajaba las limitantes en las remesas y el envío de alimentos y medicinas, así como a los viajes a la nación caribeña, restricciones recrudecidas en
2004 por el gobierno de
George W. Bush. Posteriormente el republicano
Richard Lugar, del Comité de Relaciones
Exteriores del Senado, sugirió al actual ocupante de la
Casa Blanca la designación de un enviado
especial a la isla para preparar el terreno del diálogo con La Habana y le solicitó
apoyar la derogación de la resolución que expulsó al gobierno cubano la Organización de Estados Americanos (OEA), en 1962.
Los hechos que se comentan son indicativos de un cambio de actitud en diversos sectores de la clase política estadunidense en relación con la política de
Washington hacia la isla. Comienzan a prefigurarse, pues –sin que ello
se haya traducido todavía en un acercamiento formal
entre los gobiernos de ambas
naciones–, cambios de postura significativos en uno y otro bandos,
impensables hasta hace unos meses,
cuando imperaba el discurso unilateralista, intolerante y hegemónico de la
era Bush.
Por supuesto, los avances hasta ahora
producidos no son aún motivo para echar
las campanas al vuelo: a fin de cuentas, el deterioro de las relaciones entre la isla y la
mayor potencia del planeta es consecuencia de las políticas hostiles practicadas en contra de Cuba por
los 10 últimos presidentes
de Estados Unidos –desde Dwight Eisenhower hasta
George W. Bush–, que incluyeron,
en algunos casos, acciones subversivas y conspiraciones diseñadas por la inteligencia estadunidense para asesinar a Fidel Castro, antecedentes
que han acabado
por sembrar un comprensible escepticismo entre
el pueblo cubano y sus líderes con respecto a la nación vecina.
Al día de hoy, por añadidura,
contra la posibilidad de normalizar
las relaciones entre ambos países se alza el bloqueo económico, comercial y financiero que Washington mantiene en contra
de La Habana desde hace casi medio siglo,
un castigo ilegal, inhumano e injusto, que ha recibido el repudio mayoritario de la comunidad internacional y que ha resultado además inefectivo en tanto medida de presión política al gobierno castrista, y hasta contraproducente para Estados Unidos
si se toma en cuenta que priva
a innumerables empresas de ese país de legítimas
oportunidades de inversión
y negocios con Cuba en todos
los sectores de la economía.
Cabe hacer votos, en suma, por que los recientes
acercamientos entre el régimen
cubano y los representantes
del Capitolio estadunidense
se traduzcan en un diálogo respetuoso y equitativo entre ambas naciones; que el gobierno de Obama atienda los reclamos de la opinión pública internacional –y de algunos sectores de su propio país– en torno a la procedencia de modificar de raíz la política exterior hacia Cuba, y que, en los próximos meses el mundo pueda asistir al asentamiento de las bases de una nueva relación.