¡Hace 40 años!
'Enrique Dussel*
¡Hace 40 años, un 4 de abril,
moría asesinado en Memphis Martin Luther King! Es un aniversario que da que
pensar.
Martin Luther,
afroestadunidense de la comunidad bautista, nació en 1929, en plena recesión
económica. Como su padre fue pastor, y doctorado en Boston, tomó a cargo una
comunidad de creyentes en Atlanta (Georgia). La lucha por los derechos civiles
iba en aumento, pero fue un “acontecimiento” cotidiano el que lanzará a Martin
Luther a la historia.
Estos “acontecimientos” son
siempre humildes en su origen, pero tienen resonancia popular. Como la “guerra
del agua” o la “guerra del gas” en Bolivia, que pequeña en su origen fue
creciendo hasta derrocar dos gobiernos en Bolivia. Nunca hay que despreciar
“acontecimientos” que pueden desarrollarse como tormentas –cuestión expuesta
por Alain Badiou en su obra El ser y el acontecimiento, y que Walter
Benjamin le llama el “tiempo-ahora” de la manifestación mesiánica. Ese
“acontecimiento” fue el simple hecho de que una mujer afroestadunidense,
cansada de su día de trabajo, no dio el asiento en un camión (en un bus)
a un blanco que pretendía desplazar a la señora de ese lugar, como consignaba
la costumbre y la ley discriminatoria del South. La mujer prefirió que se
detuviera el autobús, que viniera la policía y que se desatara toda una
confrontación. Pero lo mejor es que los demás afroestadunidenses presentes no
sólo descendieron del camión, sino que declararon un boicot a la compañía de
autobuses. La cuestión fue creciendo. El pastor Martin Luther de la comunidad
se involucró en el boicot. Encabezó manifestaciones. Mientras, todos los
afroestadunidenses de Atlanta debían ir a pie a sus trabajos, a veces lejanos,
durante días, durante semanas.
La compañía de autobuses demandó
al movimiento porque iba a la quiebra, y por ello acusó ante la ley a Luther
King, quien fue juzgado culpable de las consecuencias económicas sobre la
compañía por el boicot y sufrió la cárcel. Todo esto hizo subir la presión
social, y el joven pastor de 26 años se fue transformando en un líder de la
multitud de afroestadunidenses ya movilizados por las luchas contra la
discriminación racial en todo el país.
En 1956 se decreta legalmente
(lo que dista mucho de hacerse realidad) el final de la segregación racial en
Estados Unidos, y lentamente los afroestadunidenses tienen cada vez más peso
político. Martin Luther sigue creciendo en su liderazgo no sólo en su estado
natal, sino ya en el horizonte nacional. Meditando sobre la “no violencia” de
Mahatma Gandhi (que se inspiraba en la antigua escuela jainista de India),
entra en una verdadera lucha estratégica contra el racismo estadunidense, tan
antiguo como la esclavitud instaurada en el siglo XVII. Martin Luther fue
arrestado nuevamente varias veces. La “no violencia” no era un principio
universal, sino una estrategia en un país que tenía un respetable Estado de
derecho (para los poderosos, por supuesto, no para los pobres).
Fue el 28 de agosto de 1968
cuando lanzó ante más de 200 mil personas el famoso discurso de Washington:
“Yo tengo un sueño. Es un
sueño profundamente arraigado en el sueño americano, que un día esta
nación surgirá y vivirá verdaderamente de su credo: que todo ser humano es
igual a los otros.
“Yo tengo un sueño, que en
las tierras rojas de Georgia, hijos de esclavos anteriores e hijos de dueños de
esclavos se podrán sentar juntos a la mesa de la hermandad.
“Yo tengo un sueño, que un
día el estado de Mississippi, un estado ardiente por el calor de la justicia,
ardiente por el calor de la opresión, será transformado en un oasis de libertad
y justica.
“Yo tengo un sueño, que mis
cuatro pequeños hijos algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados
por el color de la piel, sino por el contenido de su carácter.
“Yo tengo un sueño, que un
día en Alabama, con sus racistas viciosos, con su gobernador cuyos labios
gotean palabras de insultos, un día allí en Alabama los pequeños negros, niños
y niñas, podrán unir sus manos con pequeños blancos, niños y niñas, como
hermanos y hermanas. ¡Ésta es nuestra esperanza!”
Poco a poco el pastor de
Atlanta fue comprendiendo que la raza afroestadunidense discriminada lo había
sido desde el origen de la modernidad, desde la instauración europea de la
esclavitud, que involucró a más de 15 millones de africanos. Era un tipo
terrible, y al mismo tiempo una invisible opresión para el pensamiento de la
Revolución Francesa y la Ilustración. Pero lentamente Martin Luther comienza a
descubrir otros tipos de opresión. Así su discurso incluye ahora a todos los pobres
en Estados Unidos, a los obreros urbanos pobres, a los campesinos hispanos,
a los marginales, a los desocupados. Desde 1964 inicia igualmente el uso de su
liderazgo para oponerse a la guerra de Vietnam. En ese año recibe el Premio
Nobel de la Paz.
Pero aún más. Comienza a descubrir y
a acusar a su propio país, Estados Unidos, de ser la causa de la miseria de
otros pueblos. En 1967 encabeza la “Marcha del pueblo pobre”, donde une la
injusticia racial, económica, nacional y mundial. De los pobres de Estados
Unidos pasa al África pobre, de donde partieron los esclavos; al Asia y a la
América Latina pobres. Pareciera que había sobrepasado los límites de la
crítica posible.
Por ello, el 4 de abril de
1968 (el 68 de mayo en París, de Berkeley y de octubre en Tlatelolco) la vida
de Martin Luther King fue tronchada por un atentado en Tennessee, cuando tenía
sólo 39 años. El joven líder mundial no moriría como un viejo burócrata en el
templo, como el fundador del cristianismo. Por supuesto, aquellos que lo mataron,
indirectamente, fueron los que posteriormente lo pretenden recordar para
intentar ocultar su culpa. Aunque en gran parte subsumido por el sistema que
criticó, permanece de todas maneras como un ejemplo de luchador por la justicia
para con los desfavorecidos, oprimidos, explotados, humillados.
*Filósofo