Gonzales y el fin de la justicia en EU
Editorial
El alivio que provoca
el anuncio de la renuncia
de Alberto Gonzales al Departamento de Justicia de Estados Unidos no es suficiente
para contrarrestar la enorme destrucción causada por ese funcionario al sistema de justicia
Ciertamente, Gonzales no actuó solo ni le corresponde la responsabilidad primordial por las graves distorsiones a la legalidad introducidas durante el gobierno de Bush. Fue, simplemente, el brazo ejecutor
Ha de recordarse que, como consejero presidencial, el ahora dimitente desempeñó un papel clave en la elaboración de
la vertiente judicial de la llamada
“guerra contra el terrorismo”
lanzada por Bush tras los atentados
del 11 de septiembre de 2001. Esta
vertiente tiene su expresión más
deplorable en la llamada Ley
Patriótica, aprobada por el Congreso en octubre de ese año, en el contexto de la histeria generada por los ataques
contra las Torres Gemelas y
el Pentágono. El documento legalizó, entre otras cosas, el espionaje sin orden judicial de ciudadanos estadunidenses, los allanamientos de morada y la detención por tiempo indefinido
y sin derecho a juicio de extranjeros que a ojos de las autoridades
resultaran sospechosos de terrorismo. Además de promover esa legislación,
Gonzales redactó un documento
en el que recomendaba desconocer las directivas de la Convención de Ginebra en materia de prisioneros de guerra con el fin
de dar a los militares y funcionarios civiles estadunidenses un amplio margen para
maltratar a los capturados y someterlos a tormentos “moderados”.
Semejantes retrocesos judiciales
generaron un retroceso moral catastrófico en
la sociedad
Con tales
antecedentes, Gonzales llegó
al Departamento de Justicia
en febrero de 2005, y ejerció
ese cargo con un claro sentido partidista
y en un espíritu de completo
sometimiento a Bush. Durante
su gestión, la Oficina Federal de Investigaciones
(FBI, por sus siglas ) fue acusada
de aplicar la Ley Patriótica de manera abusiva e ilegal, y el Departamento de Justicia se convirtió en una gigantesca tapadera de las acciones turbias
del presidente y el vicepresidente.
Un incidente en el que se evidenció con particular claridad la mentalidad autoritaria y dictatorial
La gota que colmó
el vaso fue el despido de ocho fiscales que habían
observado una conducta imparcial y apartidista, y su remplazo por incondicionales
de Bush y del Partido Republicano.
Esta acción colocó a Gonzales en la mira del Capitolio y lo llevó a comparecer ante comisiones legislativas, donde se puso de manifiesto el abrumador desprestigio
Bush es el responsable principal