Desesperados por visas

 

Maruja Tarre

 

Las agencias de viajes en EEUU están trágicas: Venezuela se había convertido en una atracción mundial para los amantes del turismo de aventura. No esas aventuras tontas en una canoa por un río lleno de caribes o en un parapente en una montaña aislada del mundo. ¡No! Venezuela ofrecía aventura de verdad, como la que se puede sólo ver en las películas: secuestros, robos, golpes, asesinatos urbanos y rupestres. Un verdadero thriller para los fastidiados habitantes de Peoría o Wichita. Incluso se estaba pensando en un reality show que incluyese detalles muy peculiares como saqueos y repartos de electrodomésticos, colas con forcejeos, represión con armas de verdad. Absolutamente fascinante. Ese show de televisión, iba a poner a Venezuela en el mapa como destino turístico único y privilegiado. Ahora, con las dificultades para conseguir visa, será más fácil ir a Siria o Irak y unirse a alguna guerrilla de la zona.

 

Más disgustados aún que los turistas aventureros, están los seis desdichados a quienes se les ha prohibido, en forma terminante, entrar al territorio venezolano. Bush quería ir al Museo Militar a rendirle tributo a su más formidable adversario. Ir al mausoleo, sin olor a formol ni azufre, más bien perfumado por nardos y lirios depositados por los fieles creyentes. Cheney, el enfermizo, había elaborado una lista de las medicinas que iba a comprar en nuestras bien surtidas farmacias. Tenet, exdirector de la CIA, se moría de la curiosidad por conocer a todos los agentes locales a quien nunca les pagó ni un solo centavo. En cuanto a los tres parlamentarios de origen cubano, querían conocer esta réplica del Mar de la Felicidad, convencidos ya de que se habían equivocado al oponerse a Castro y sus seguidores. ¡Qué crueldad no permitirles que vengan, presidente Maduro, recapacite!

 

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