EU: Elogios y presiones

 

Aurelio Ramos Méndez

 

Por más que el gobierno del presidente

 

Enrique Peña Nieto intenta desnarcotizar la agenda bilateral con Estados Unidos, el tema dominante –se reconozca o no en los encuentros de jefes de Estado— sigue siendo el tráfico de drogas. Por cuenta de lo cual, la seguridad pública en nuestro país es sólo una ficción.

 

En cinco meses de peñismo la situación de violencia relacionada con el narco ha cambiado entre poco y nada, en comparación con la que generó, alentó y dejó como indeseable herencia el calderonato. No puede ser de otra manera.

 

Mientras persista el enfoque estadunidense sobre el fenómeno de las drogas y la estrategia de guerra total a los traficantes, impuesta desde la Casa Blanca, los esfuerzos para recuperar la paz y la tranquilidad social en nuestro país serán inútiles.

 

La ocurrencia de terribles hechos de sangre en estos cinco meses, sin embargo, ha dado pretexto a la administración de Barack Obama para presionar a Peña Nieto por debajo de la mesa, mientras en público le sonríe y elogia, y hasta reconoce la soberanía de los mexicanos para definir el enfoque de la estrategia en esta materia.

 

Por medio de la prensa gringa –en forma destacada The Washington Post y The New York Times—  y de sus decodificadores oficiosos en México, el gobierno de Obama se ha encargado por estos días de descalificar la política peñista en materia de seguridad, operada por Miguel Osorio Chong, el general Salvador Cienfuegos y Jesús Murillo Karam.

 

La estrategia del gobierno federal “no sirve”, dictaminó un rotundo líder de opinión en nuestro país, inquieto porque Peña Nieto no atiende los dictados de Washington y se niega a ver las luces ámbar encendidas —¡ay, nanita!— en importantes oficinas de la capital del imperio.

 

Peor aún, este exégeta del Tío Sam en México ya deslizó una venenosa afirmación, según la cual el objetivo gubernamental de reducir la violenciaexpuesto por Osorio Chong tanto en Washington como en la embajada de Paseo de la Reforma 305— significa “un pacto de Peña Nieto con los cárteles de la droga”.

 

De acuerdo con la glosa de estos descifradores y reproductores de los intereses e intenciones del Pentágono, tal pacto se concreta en el supuesto acotamiento de la cooperación binacional antidrogas y la reducción del protagonismo de la fuerza pública en territorio nacional.

 

Preocupa a estos intérpretes que la cooperacióndominaciónya no se mantenga como en tiempos de Felipe Calderón, cuando a decir del Washington Post incluso se pidió la incursión en territorio mexicano de drones armados para perseguir narcos. Algo frente a lo cual, por cierto, el actual gobierno no puede actuar como si nada hubiese pasado.

 

La estrategia peñista en materia de seguridad, es cierto, ha reportado escasos resultados. Pero eso se debe, precisamente, a que ni con mucho puede hablarse de un cambio radical respecto a lo que exige la potencia vecina y Calderón aceptó arrodillado.

 

Estamos ante un repliegue relativo del Ejército, la Policía Federal y la Marina, sin llegar a una política de brazos cruzados, como debería hacerse mientras el negocio de las drogas sea un fenómeno que Estados Unidos exige combatir en el exterior, pero usufructúa y consiente fronteras adentro.

 

La política de la vista gorda frente al tráfico de drogas hacia Estados Unidos rigió hasta antes de que Vicente Fox, y sobre todo Calderón, acataran, sumisos y aun agradecidos, las directrices de Washington, cuyo escalofriante resultado al cabo de dos sexenios está a la vista.

 

Puestas así las cosas, los oráculos del intervencionismo, para quienes la política de seguridad peñista “no sirve” y hasta ha propiciado un cóctel explosivo de violencia de narcos, gremios, estudiantes, grupos sociales y hasta guerrilleros, deberían decirnos para qué sirvió en términos de paz social la política aplicada durante el paso del PAN por la Presidencia.

 

No nos dejemos engañar. La prensa estadunidense glorificada por Hollywood y los peones de Calderón que alimentan sus reportajes –el ex director del Cisen, Guillermo Valdés, por ejemplo—, sobre la estrechísima cooperación bilateral durante el sexenio pasado, ahora dizque en grave riesgo, más los intérpretes de esos textos en clave y los huérfanos del ex Presidente en cierta prensa local, tratan de apretarle las clavijas a Peña Nieto.

 

El objetivo es obvio. Hacer que el negocio redondo que para Estados Unidos significa la guerra antinarco continúe. Así sea al costo de otros 70 mil mexicanos muertos.

 

Para tal fin, por principio de cuentas, se proponen impedir que los elementos de las incontables agencias gringas —DEA, ATF, ICE, CIA, FBI—, metidas hasta las cejas en los asuntos mexicanos, no sean ya no digamos expulsados, sino ni siquiera delicadamente invitados a salir del país por falta de materia de trabajo y desmantelar sus numerosos centros de operaciones en suelo mexicano.

 

La agenda bilateral es extensa y la revisión de temas como la migración y la economía son apremiantes. Pero todo lo domina el asunto del narcotráfico, ubicadoadmítase o no— en el primer lugar del orden de prioridades de la administración estadunidense.

 

Cobra valor, por ello, lo dicho este jueves por el Jefe del Estado mexicano ante su huésped, en el sentido de que la estrategia en materia de seguridad se orienta a combatir la delincuencia organizada en todas sus formas, desde narcos hasta secuestradores y extorsionadores; pero en primer lugar a reducir la violencia, fines ambos que en modo alguno se contraponen.

 

En vísperas de la llegada de Obama a México, José Antonio Meade declaró que “la agenda con Estados Unidos no debe ser sólo seguridad”.

 

Y Obama, dos días antes de su visita, expresó algo que Ildefonso Guajardo, en sus crudas evaluaciones sobre el TLC, ya había adelantado desde los tiempos de Peña Nieto como presidente electo.

 

“Un foco principal de mis pláticas con el presidente Peña Nieto será cómo podemos fortalecer nuestra extraordinaria relación económica. Cada vez más, nuestra sociedad económica está definida no sólo por las mercancías que comerciamos, sino por los productos que fabricamos juntos”, dijo el mandatario norteamericano.

 

El ahora secretario de Economía, por su parte, ya había anunciado, en noviembre pasado, que ahora vamoshacia una integración fuerte en materia de producción para aprovechar al máximo el TLC”.

 

Esto es necesario, a decir del funcionario, porque cuando se firmó el TLC, México tenía 18 por ciento del mercado mundial de exportaciones y ya perdió seis puntos; ahora se ubica en 12 por ciento. Y “casi el 50 por ciento de las exportaciones las realizan sólo 44 grandes empresas”, 15 de éstas trasnacionales.

 

Horas antes de su llegada Obama también dijo que en su visitamotivaría a nuestros socios a ver la seguridad ciudadana desde una perspectiva más amplia, reconociendo que la seguridad sólo puede mantenerse en comunidades que tienen una efectiva presencia gubernamental y servicios, como una policía bien entrenada, salud, educación y oportunidades de empleo”. Palabrería hueca.

 

Los esfuerzos del Premio Nobel de la Paz que despacha en la Casa Blanca están orientados a continuar la guerra contra el narcotráfico. En cuatro años no ha movido ni un dedo para modificar el enfoque represivo de la estrategia antinarco impuesta por su país al orbe entero.

 

aureramos@cronica.com.mx