La democracia en América
Isidro H. Cisneros
2013-05-02
Hoy inicia la cuarta visita del presidente Barack Obama a México desde que asumió su investidura por primera vez en 2009. Para el presidente Peña Nieto sería su segundo encuentro con el mandatario norteamericano después de haberse reunido en la Casa Blanca, ya como presidente electo, en noviembre de 2012. La especial situación geográfica que compartimos ambos países y la intensa relación económica hacen única nuestra vecindad en el mundo. Los vínculos giran en torno a múltiples temas, aunque se han focalizado en asuntos relativos a seguridad, narcotráfico y migración indocumentada. Desde la perspectiva mexicana, el principal aspecto que enmarca la visita del presidente Obama es el incremento de la presencia política de los 30 millones de personas de origen mexicano que viven en los Estados Unidos, quienes representan al 10% de la población total. De ellos, poco más de 23 millones tienen un estatus de residente legal, mientras que en situación de inmigrantes “no autorizados” se encontrarían alrededor de 7 millones de personas. El número de residentes de origen mexicano se ha multiplicado en las últimas décadas, representando al principal grupo de la comunidad hispana, cuyos integrantes se estiman en 48 millones de personas, mismas que fueron un factor determinante para que Obama asegurara su reelección. El 71% de este sector de la población votó por él, mientras que sólo el 27% apoyó al candidato republicano. Aunque el peso demográfico de las comunidades de origen mexicano aún no se refleja cabalmente en la representación política norteamericana, los nuevos equilibrios que se establecieron a partir del segundo triunfo electoral de Obama dieron prioridad al imperativo político de apoyar la reforma migratoria que actualmente se discute en los Estados Unidos.
Desde que Obama fue elegido presidente han sido deportados casi dos millones de migrantes. En este momento, el Senado de los EU se encuentra preparando las negociaciones de la reforma migratoria que tentativamente beneficiaría a 11 millones de personas. La migración entre México y EU no debe abordarse sólo desde la perspectiva económica, sino como un complejo fenómeno que es impulsado por la interacción de factores históricos, sociales y culturales, que tienen sus raíces en ambos lados de la frontera. Aunque con cambios en su intensidad y modalidades, el movimiento migratorio ha sido una constante histórica en nuestras relaciones. Durante los últimos años, la migración se ha posicionado como uno de los asuntos más preocupantes y conflictivos de la agenda bilateral. Aunque para nuestro vecino los temas de política exterior se concentran en terrorismo, crisis económica y narcotráfico, los 3,185 kilómetros de frontera que compartimos hacen del tema migratorio un aspecto urgente de la agenda bilateral. México y EU son importantes socios comerciales con transacciones que, actualmente, suman cuatro veces más de lo que se registraba cuando se negoció el Tratado de Libre Comercio, siendo nuestro país el segundo mercado más grande para las exportaciones estadunidenses. Por estas razones, se resaltan los aspectos económicos del encuentro entre los mandatarios; sin embargo, el presidente Peña Nieto debe insistir en una solución al tema migratorio desde la perspectiva de los intereses mexicanos.
Se trata de una alianza estratégica para que EU pueda transitar de una democracia de migrantes a una democracia de ciudadanos. El politólogo e historiador Alexis de Tocqueville escribió en 1835 su obra La democracia en América, en donde analiza a la formación de este sistema representativo en los Estados Unidos. En ella resalta el impulso del movimiento democrático que promueve una transformación social que antecede al cambio político. Afirma que el pluralismo democrático da forma al gobierno, a las leyes y a la vida política en su conjunto, lo que le permite incidir sobre el futuro de la democracia. Tocqueville no niega el compromiso democrático y la importancia de la libertad en el sistema político estadunidense, en donde las distintas fuerzas políticas han asumido como valores centrales de su actuar la libertad y la igualdad, además de hacer trascendental la figura del ciudadano, a quien se concibe como un individuo con derechos y obligaciones frente al Estado. Desde entonces, la democratización de América ha sido un proceso irreversible. En este escenario, la visita del presidente Obama acontece en medio de un debate sobre el rumbo de la democracia en nuestros países. En la mayoría de ellos se han establecido sistemas de estado de derecho con elecciones competidas, oposiciones fuertes, y libertades civiles y políticas para la población. Sin embargo, persisten problemas que obligan a revisar los obstáculos al desarrollo democrático en América Latina. Para activar nuestro liderazgo en la región necesitamos establecer una cooperación con nuestro vecino bajo nuevos paradigmas, proyectando al México de la estabilidad macroeconómica, que promueve la competitividad industrial, que es capaz de reformar sectores ineficientes y que cuenta con gobernabilidad política. Es momento de hacer constar que la democracia mexicana es capaz de aportar soluciones a los desafíos de nuestro tiempo.
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