EU y México, desafinados
Juan Manuel Asai
2011-04-26
El viernes,
en Washington, se realizará un
nuevo intento por sintonizar las acciones de México y Estados Unidos en la lucha que ambos países sostienen contra las bandas del crimen organizado. Sería exagerado sostener que cada
nación tiene un rumbo diferente,
pues hay puntos de encuentro, pero lo cierto es que
hay dos ópticas distintas y
que cada uno vive el fenómeno a su manera. La prueba
irrefutable de la divergencia la encontramos en el hecho
de que ciudades fronterizas como Ciudad Juárez y El Paso, separadas por unos
cuantos metros, viven condiciones de seguridad diametralmente diferentes. Mientras que la ciudad mexicana es una de las
más peligrosas del continente, la americana es de las más seguras
de su país. Esto a pesar
de que integrantes de los mismos grupos
delictivos operan en ambos lados del Río Bravo.
¿Qué
quieren los americanos? Su objetivo es tener una
frontera segura.
Evitar a toda costa que grupos
terroristas se metan a su territorio para
realizar actos contra la población estadunidense. Ellos están en la lucha contra el terrorismo y, para cuidar mejor
su frontera sur, desean asumir
el control directo de la estrategia
y las acciones del gobierno mexicano
en materia de seguridad. Su propósito
central no es detener el tráfico de drogas, ni
siquiera parar en seco la migración; lo que buscan es asumir
el control del proceso para
regular estos tráficos, me refiero al de droga y al de
personas, según convenga a sus intereses y necesidades.
Como la crisis de seguridad en territorio mexicano se agudiza, hay en EU una preocupación
natural de que la violencia
se desborde y las bandas de delincuentes trasladen sus disputas
sangrientas a las calles de
los condados norteamericanos. Por eso desconcierta que no emprendan de manera decidida acciones que ayudarían
a bajar el nivel de violencia, como detener el tráfico de armas de alto poder, de armas, bajar el consumo para achicar el mercado y combatir el lavado de dinero. Se limitan a criticarnos, a descalificar
a las fuerzas armadas y a emitir alertas de viaje para que
sus ciudadanos lo piensen dos veces antes de meterse a territorio mexicano.
¿Qué
quiere México? Restablecer
el Estado de derecho en todo el territorio nacional, que no haya zonas donde
los delincuentes le disputen la hegemonía del poder al gobierno, y disminuir los niveles
de violencia. Lo que se busca es evitar
que crezca y se consolide la tesis del Estado fallido, para lo cual es
indispensable desmembrar a los
cárteles más grandes, como el del Pacífico, el del Golfo y Los Zetas, que desafían de manera cotidiana el poder formal del gobierno federal. Por desgracia, no parece haber avances
significativos. La
violencia no cede, la sensación
de peligro entre los ciudadanos se agudiza y el consumo de drogas entre la población mexicana, lejos de disminuir, aumenta.
¿Podemos
sintonizarnos?
Más nos vale. Hay enormes campos de oportunidad que prácticamente no se han
tocado y que no tienen relación directa con el aspecto policiaco del problema. Ambos países pudieran, por ejemplo, emprender
una cruzada común contra el consumo de drogas. Los dos podrían trabajar juntos en la detección de operaciones financieras sospechosas de usar dinero
sucio, y también se podría hacer un nuevo programa de vigilancia fronterizo. Para no hablar de comunicación permanente con los países del continente
en los que se produce la droga y aquellos, en la región de América Central, que les sirven a los narcos de lugar
de acampar y adquirir pertrechos.
Lo malo
es que la voluntad de trabajar juntos es más
débil que las suspicacias y resentimientos. El caso patético de la Iniciativa Mérida es por demás
ilustrativo. Esta iniciativa avanza a paso de tortuga, sus
progresos son realmente
imperceptibles. Los americanos
etiquetan la ayuda a aspectos como los
derechos humanos y el acceso a información de inteligencia. Por eso la ayuda llega a cuentagotas y se hace la gran alharaca
cuando llega un helicóptero. A ninguno de los dos países le conviene que la frontera común, una de las más
grandes del mundo, sea tierra de nadie, con bandas de pistoleros imponiendo su ley
y dirimiendo sus diferencias a sangre y fuego. A río revuelto, ganancia
de terroristas y sicarios.
jasaicamacho@yahoo.com