El regreso de Rusia

 

George Chaya

 

Usted puede llamarlo como desee: ‘iniciativa rusa o repliegue estadounidense’. Como quiera que la llame, esta realidad llevó a Bashar Al-Assad a encontrar sobre la hora un milagroso acuerdo diplomático en el que prometió renunciar a sus armas químicas, evitando así un ataque militar que hubiera significado la caída de su régimen. Lo mismo para el caso de la República Islámica de Irán, que ha demostrado, en la profesionalidad de sus diplomáticos, estar muy por encima del actual ‘amateurismo diplomático norteamericano y europeo’.

 

Sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos no es más que a una debilidad Occidental nunca vista en materia de Oriente Medio. Tanto es así, que Moscú ha propinado a Washington y Bruselas, pero en particular el presidente Obama, una paliza diplomática inolvidable no sólo en lo referente a la crisis siria, también está ocurriendo lo propio en las posiciones que Irán está recuperando con apoyo diplomático ruso en materia del levantamiento de sus sanciones económicas, de la continuidad de su programa nuclear y del afianzamiento político regional.

 

Parecía que en las reuniones de última hora en Ginebra íbamos a encontrar, por fin, un Occidente responsable en materia de negociaciones con Teherán. Muchos esperaban una posición occidental firme en defensa de sus intereses regionales, de la seguridad y la no proliferación, pero esto es precisamente lo que no sucedió.

 

Rusia jugó por segunda vez ‘la carta de la diplomacia’ y envolvió al presidente Obama y a los líderes europeos -quienes se han mostrado irresolutos e indecisos de tomar posición- ante este difícil y complejo controversial con Teherán. Los rusos abrieron un nuevo frente que permite tanto a Assad como al régimen Khamenei-Rouhani frenar las posibilidades de un ataque militar y descomprimir el estrangulamiento económico al que las sanciones impuestas por Naciones Unidas sometía a Teherán, al tiempo que la invalorable ayuda de Moscú concede más tiempo a Assad para seguir delinquiendo y a Irán para continuar con su programa de energía nuclear.

 

Lo de Assad ha sido muy básico y propio de los trucos y engaños a los que el régimen sirio echó mano durante toda su historia. Assad se mostró de acuerdo con desprenderse de sus armas químicas o colocarlas bajo supervisión internacional. Esta estrategia no es nueva, guarda similitud a la que él desarrollo con el Tribunal Especial para el Líbano cuando era investigado por el asesinato del ex primer ministro libanés, Rafik Hariri. En ese caso, Assad anunció su acuerdo sólo para retrasar la investigación y tomar oxígeno con el tribunal de última instancia y luego rompió ese acuerdo que con el transcurso del tiempo quedó sepultado bajo otras muchas preocupaciones de la comunidad internacional.

 

En el caso de Irán, los diplomáticos persas han logrado comprar tiempo por los últimos cinco años, tiempo en que, ante los pusilánimes diplomáticos occidentales, Teherán ha podido renovar y alcanzar la puesta en marcha de sus nuevas centrifugadoras con el objetivo claro de superar el enriquecimiento de uranio a niveles nunca antes vistos según los técnicos de la AIEA.

 

Los rusos han vendido a los americanos una ilusión sobre Siria y están haciendo lo propio con el dossier nuclear iraní, Washington no tuvo los reflejos para responder con rapidez. Ya es tarde para el presidente Obama, a la vista de sus aliados árabes y de Israel, difícilmente salve la ropa, sobre todo después de pegarse un tiro en el pie al pedir una votación en el Congreso sobre una posible intervención para Siria con los resultados que ya el mundo conoce.

 

Es claro que tanto en la crisis siria como en el controversial nuclear iraní, el engaño y el fraude diagramado por los rusos ha sido una trampa a la que el presidente Obama caminó directo llevando consigo a la mayoría del liderazgo europeo y ya es tarde para arrepentimientos.

 

La iniciativa rusa, o mejor dicho el truco de Moscú, demuestra que la seguridad de toda la región está en peligro como consecuencia de la debilidad de Obama, al tiempo que confirma que los rusos han vuelto a ser el jugador más importante en la región. Está claro que Rusia, Irán y Assad han aprendido la lección de Egipto, ellos entendieron que Washington está siempre un paso atrás y todo lo que hacen es tomar la iniciativa.

 

También Rusia esta ayudado a normalizar relaciones entre Assad y la comunidad internacional desde un enfoque de la crisis siria como una crisis humanitaria relacionada con la seguridad que incluye temores de fragmentación nacional. La imagen que Moscú está trabajando para mostrar al mundo es que la crisis de Siria va más allá de la cuestión de las armas químicas, y esto es algo que los árabes deberían tener en cuenta, sobre todo porque ahora se enfrentan a una de dos opciones: a) aceptar el juego de Rusia y Assad y convivir con la crisis siria, aunque la repercusiones de esta decisión serían terribles como lo han sido en otras crisis, o b) devolver la pelota a Rusia y Assad.

 

Esta última opción requeriría la imposición de una nueva realidad geopolítica que debería llevar una solución política a la crisis de Siria a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en virtud del Capítulo VII, por ejemplo. Si no se logra esto, significaría que los árabes estarán aceptando a Rusia como una nueva superpotencia regional, y esto es algo que sólo beneficiara a Irán en sus planes nucleares y de expansión política en detrimento de Arabia Saudita con todo lo negativo que eso significa para la proliferación nuclear regional que trepará a escalas impredecibles pudiendo generar una crisis sin retorno.

 

En ese marco, Assad será insignificante pero la región puede arder como nunca antes se haya visto.