Tragedia humanitaria
Martín Espinosa
01/07/2014
En
las últimas semanas ha cobrado notoriedad el recrudecimiento de
un fenómeno que por años se ha convertido en un flagelo de los
pueblos latinoamericanos y que
ha golpeado durante décadas al pueblo estadunidense por las implicaciones
que ello representa: la migración de miles
de personas hacia Norteamérica.
A
raíz de una llamada de atención del presidente estadunidense, Barack
Obama, en torno del alarmante
incremento de niños que sin compañía de algún familiar se aventuran a cruzar la frontera de México con
la Unión Americana y son detenidos y llevados, algunos de ellos, a Centros Migratorios, y otros, deportados a sus países de origen, el problema comenzó a mencionarse con mayor insistencia.
Un
informe del alto comisionado
de las Naciones Unidas para Refugiados
revela que por lo menos 58% de los menores que tratan
de cruzar al otro lado de la frontera mexicana ha sido desplazados de manera “forzada” por enfrentar
algún tipo de peligro como la violencia y las amenazas que viven
en sus países. 22% de esos menores de edad declaró haber
sufrido violencia en sus hogares, ejercida
por la persona encargada de
cuidarlos.
Otro dato aterrador: de los niños mexicanos que han
sido deportados 38% denunció haber sido víctima del reclutamiento y explotación por parte de grupos criminales. Solamente en los últimos ocho meses
52 mil niños migrantes han sido detenidos
en Estados Unidos; una verdadera tragedia
humanitaria.
Ante
esta realidad, ¿qué están haciendo
el gobierno de México y los de otros
países de Centroamérica para solucionar la situación?
La respuesta es, sin duda, nada o muy poco. Simple y sencillamente en los últimos años la política migratoria de nuestro país oscila entre la inacción y la corrupción de las autoridades encargadas de los asuntos migratorios. Sólo para que usted
se dé una idea, estimado lector, de la magnitud
del problema, el Instituto Nacional de Migración maneja anualmente un presupuesto de más de dos mil millones de pesos con alrededor
de cinco mil 800 trabajadores.
Con esa infraestructura apenas y atiende cinco por ciento
del total de migrantes centroamericanos
que enfrentaron algún problema al momento de cruzar el territorio nacional para tratar de llegar a Estados Unidos.
En
contraste, organizaciones
no gubernamentales y asociaciones
civiles, muchas de las cuales trabajan
de la mano de la Iglesia católica, atienden a 25% de quienes sufren toda clase de vejaciones
en el territorio mexicano, principalmente a manos de grupos del crimen organizado o de los propios agentes migratorios coludidos con las mafias de “polleros”.
Es
evidente que el problema no se va a solucionar con la visita de funcionarios mexicanos a los centros de detención migratoria de EU para pedirle al gobierno estadunidense que no “viole” los derechos humanos de centenares de niños que se encuentran
en esos sitios a la espera de resolver su situación. Es más, al gobierno de Obama le costará este año alrededor
de dos mil 800 millones de dólares
la manutención de esos menores, monto que supera hasta
en nueve veces la ayuda de 253 millones de dólares que el pasado 20 de junio anunció el vicepresidente Joe
Biden para el desarrollo y
el combate al crimen en Centroamérica. La situación ya ha colocado en pugna a los Republicanos del congreso estadunidense con el mandatario demócrata.
Lo
cierto es que en México no hay una política migratoria encaminada a atajar a fondo el problema. Reflejo de ello es la poca o nula
atención que se ofrece a los migrantes que cruzan el territorio
nacional en su camino a Estados Unidos. Es más, las estaciones migratorias ubicadas en varias zonas del país están en condiciones
tan deprimentes que en nada
garantizan una atención a fondo del problema. En su informe más reciente
sobre la materia, la Comisión Nacional de Derechos Humanos establece lo siguiente: “La CNDH externa su
gran preocupación por el alto índice de marginación y malos tratos que sufren
los migrantes durante su estancia en las estaciones migratorias del país y lugares habilitados como tales, y por la falta de interés o la incapacidad de la autoridad responsable para abatir este
fenómeno que no ha sido atendido”.
Hoy,
el problema alcanza tintes de verdadera tragedia humanitaria.