Obama, entre
la crisis y la reelección
La
ampliación del techo de la deuda normalmente era un mero trámite.
José
Carbonell
El difícil
acuerdo alcanzado hace unos días
entre demócratas y republicanos para elevar el techo de la deuda, permite resolver lo urgente —ya que evita
que Estados Unidos caiga en suspensión de pagos—, pero está lejos
de ser una solución real al
elevado déficit y a la
crisis que vive ese
país.
Sin embargo, habría que cuestionarnos
por qué se llegó hasta ese punto. La ampliación del techo
de la deuda normalmente era
un mero trámite. El Congreso, por ejemplo,
autorizó al presidente
Reagan en 17 ocasiones, cinco
veces a Clinton, y siete a
Bush.
El ríspido debate que presenciamos se puede explicar por dos razones. En
primer lugar, por la radicalización de los republicanos; y segundo, por la cercanía de las elecciones presidenciales del próximo año. Lo que vimos fue
una lucha política e ideológica más que económica.
El Partido
Republicano —con la finalidad
de ganar las elecciones legislativas de 2010 y
descarrilar al gobierno de
Obama— se alió con el Tea Party, el ala más radical de la derecha norteamericana. La bandera de dicho movimiento es “limpiar Washington”, es decir, acabar
con todos los males que, según
ellos, significa la clase política tradicional.
De hecho,
el Tea Party hizo jurar a los legisladores republicanos que bajo ninguna circunstancia
votarían por subir los impuestos
o a favor del aborto; y más
de 200 representantes y 40 senadores
aceptaron, temerosos de la influencia que tiene entre sus
bases conservadoras.
En un
mensaje a la nación, Obama dijo que “este
no es el acuerdo que hubiera preferido”,
en un acto en el que pareciera admitir su derrota. Si
bien el presidente tuvo que ceder
en sus pretensiones para lograr un
acuerdo, ¿en verdad perdió Obama? Según las encuestas de Gallup, en el mes de julio
tenía una intención de voto cercana a 35%, frente a 47% de los republicanos. A principios de agosto
—una vez pasada la refriega sobre el techo de la deuda—, alcanzaba 45% (frente al 39 de sus rivales). En términos
electorales, parece que en realidad Obama fue el vencedor.
Y
esto nos lleva al fondo de este debate: la reelección del presidente.
La disputa
que durante
semanas acaparó la atención del mundo entero, no es más
que el punto de partida para la campaña electoral del próximo año; y todo apunta
a que la competencia será dura.
El Tea Party está usando todos
sus recursos para influir en la elección del candidato
republicano. Los actuales aspirantes o bien simpatizan abiertamente con ese grupo
o le temen demasiado como para oponerse.
En este sentido,
John McCain —el ex candidato republicano
a la presidencia y actual senador—
denunció el peligro que significaba entregarse al extremismo, sin que sus palabras
encontraran mayor eco. A estas
alturas resulta ya un marginado
dentro de su partido.
Bajo este
esquema, lo más seguro es que
los planteamientos de los republicanos terminen asustando a los votantes independientes
y movilizando a los demócratas. Así, Obama podrá presentarse como un candidato
moderado, capaz de captar todo ese
voto, que bien no simpatiza o que teme al radicalismo.
La reelección
no será tarea fácil para Barack Obama. Sin embargo, parece que
el Tea Party paradójicamente está
empeñado en ayudarle.
*Profesor de la Facultad de Derecho, UNAM.