Washington reacciona

 

León Krauze

 

23-Mar-2009

 

La llegada al país de Clinton y Obama es mucho más que un gesto: representa un enorme paso adelante en el tono y el interés estadunidense en la relación con México.

 

Ya lo decíamos en este espacio hace un par de semanas: la perspectiva del gobierno de Estados Unidos sobre la violencia en su frontera con México cambiaría justo cuando la sangre comenzara a fluir no sólo en las calles de Ciudad Juárez sino en las de Phoenix. Y así ha ocurrido ahora. Los alarmantes datos sobre el incremento de los secuestros en Arizona y la evidente invasión de los narcotraficantes mexicanos en los estados del suroeste de la Unión Americana han puesto a pensar a los legisladores estadunidenses.

 

La audiencia del martes en el Senado en Washington debería ser un hito en la historia de la lucha antinarcóticos entre ambos países. La vehemencia con la que hablaron el general Víctor Renuart, mandamás del Comando Norte del Ejército de Estados Unidos, y el jefe de inteligencia de la DEA, Anthony Placido, es una buena señal. Ahora habrá que pasar de las palabras a los hechos. El gobierno estadunidense debe comprender que el cabildeo de la Asociación Nacional del Rifle podrá tener gran importancia en los pasillos de Washington, pero la posibilidad de que narcotraficantes armados hasta los dientes en las propias armerías americanas comiencen a transformar el oeste en tierra de secuestros y droga debería pesar muchísimo más. Por lo pronto, la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego está cerca de anunciar el envío de un pequeño contingente de 36 agentes que se sumarán a los 200 que ya trabajan para vigilar más de cerca esas tiendas donde compran, con libertad aberrante, los cárteles mexicanos. El problema, por supuesto, es que esos agentes todavía serán poquísimos cuando se toma en cuenta que las armerías suman más de seis mil. Pero la audiencia es un paso adelante, lo mismo que la reacción de los senadores Durbin y Feinstein. Y ese avance llega justo a tiempo porque la situación en la frontera está que arde. La policía en Ciudad Juárez, por ejemplo, ya no viste de civil: es controlada por militares. De ese tamaño es el problema. Y, por eso, México necesita a un Estados Unidos solidario y lúcido.

 

Por ahora, lo primero está más claro que lo segundo. En las próximas semanas vendrá a México la plana mayor del gobierno estadunidense. Estarán aquí Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Nacional, el fiscal general Eric Holder y la secretaria de Estado Hillary Clinton. Por supuesto, vendrá también el propio Barack Obama. La diferencia con otras administraciones es evidente. Antes nos visitaban, si acaso, los encargados de la seguridad fronteriza, hombres de fuerza pero no de diplomacia. La llegada al país de Clinton y Obama es mucho más que un gesto: representa un enorme paso adelante en el tono y el interés estadunidense en la relación con México. Habrá que ver todavía si ambos países pueden traducir este renovado espíritu de colaboración en una auténtica relación de trabajo y, quizá más importante aún, una distensión. Después de las represalias por el conflicto con los transportistassabíamos, por cierto, que la llegada de un demócrata a la Casa Blanca implicaría sindicatos envalentonados— los gobiernos de México y Estados Unidos necesitan reencausar el diálogo en común. Las declaraciones patrioteras no sirven de nada cuando la situación es tan crítica. Salvo que lo que se busque, claro está, sea una ganancia meramente electorera. Entonces , hablar de Estados Unidos como la bestia negra del vecindario paga jugosos dividendos.

 

Por desgracia, el estado actual de los tiempos políticos en México representa un grave riesgo no sólo para la relación con Estados Unidos sino para el progreso inmediato de nuestra agenda interna. En los últimos días, los mexicanos hemos sido testigos de lo peor de la política nacional. A poco más de tres meses de las elecciones del 5 de julio, el PRI y el PAN han decidido que la mejor manera de informar a la ciudadanía y, más importante todavía, conseguir el avance más elemental del país, es aventarse piedras como adolescentes. Así, para el más pugilístico PRI, Calderón debefajarse los pantalones”, mientras Germán Martínez es unbuscapleitos enano”. EL PAN no se queda atrás. La provocación del presidente del PAN en la Convención Bancaria de Acapulco tuvo como fin presionar al PRI para que apruebe las reformas en materia de seguridad, pero también fue un anzuelo rumbo a la jornada electoral. Nadie en su sano juicio podría pedirles a dos partidos políticos enmarañados en una complicada batalla política que se porten como finas señoritas. Pero de ahí a avalar y lucrar con la parálisis hay un largo trecho. La obligación del poder legislativo es trabajar para y por los electores. La clase política debe tener mucho cuidado: si permite que su solipsismo se transforme en autismo, correrá el riesgo de colapsar el frágil pacto que tiene con la ciudadanía. Si eso ocurre, cuidado: la abstención en las urnas será la menor de las preocupaciones.