México-EU - otro
sexenio perdido?
Pablo
Hiriart
13-Mar-2009
Las recientes
declaraciones de altos funcionarios en ambos lados de la
frontera, no dejan lugar a dudas: las relaciones entre México y Estados Unidos se están deteriorando.
Allá, el Departamento de Estado,
un sector de la prensa y hasta
el presidente Obama han entrado en una espiral declarativa en contra de
la imagen de México.
Y aquí,
lo mismo. La PGR, la prensa y hasta el presidente Calderón se han lanzado contra los malvados e ineficientes gringos.
Esto, si no se detiene ya y se reencauza el ánimo beligerante a fórmulas activas de colaboración, va a acabar
mal.
Va a acabar mal en perjuicio de los países.
En Estados
Unidos crece el antimexicanismo a partir de de las informaciones
y, sobre todo, de las posturas oficiales
del gobierno de ese país que nos
señalan como los únicos responsables del infierno que se vive en algunos lugares de la frontera.
En México aumenta
la animadversión hacia Estados Unidos, como reflejo a
esas andanadas verbales y anuncios amenazantes, y también como producto de la virulencia del gobierno contra lo
que se dice en Washington.
Dos países
que tienen la mesa puesta para compartir
un destino común en muchos sentidos, son presas de la beligerancia declarativa tanto en Estados Unidos como en México.
A la hora
de plantear —como habrá que hacerlo—
grandes e históricos acuerdos de cooperación y de integración, el clima en la opinión pública de los países no podrá ser más adverso.
Para los estadunidenses
seremos un país en absoluto desorden, sin respeto por la vida y las leyes,
donde nos matamos a balazos por el tema de las drogas.
Y para
México los vecinos del norte
serán unos hipócritas que no admiten su gran
culpa en la violenta situación
que se vive en distintas partes del territorio nacional.
Volvemos —o mejor dicho acendramos— al discurso “antigringo” con que se suele responder a las provocaciones o incomprensiones que vienen del norte del río Bravo.
Los gringos “quieren perjudicar a México, son unos cínicos, hipócritas,
toxicómanos y corruptos”.
¿Adónde
vamos a llegar con eso?
Es
una tontería histórica lo que está ocurriendo.
El proceso
debería ser exactamente al revés: un mayor acercamiento con Estados Unidos para salir juntos
de la crisis económica, laboral,
ambiental y de seguridad que padecemos.
En México, ¿quién va a ser el valiente para plantear,
en este clima, un acuerdo con Estados Unidos para profundizar
en la integración económica?
El que
lo diga será un vendepatrias, un polko o un mal nacido, merced a
ese discurso oficial en contra de los vecinos
del norte.
Y allá
igual: ¿qué presidente o funcionario de Estados Unidos se va a atrever a pararse ante el Congreso de su país a abogar
por un acuerdo de libre tránsito de personas entre
ambos países?
Como
están las cosas, quien lo haga será visto
como un demente, en el mejor de los casos.
No vaya
a ser, otra vez, que tengamos que
esperar a que se vaya el presidente de Estados Unidos, en este caso Obama, para empezar a tejer una buena
relación con el gobierno de
ese país.
Ya perdimos ocho años con la administración de Bush hijo. ¿Vamos a perder otros ocho con el presidente Obama?
¿Qué
hacer ahora? ¿Lanzarnos acusaciones mutuas por encima
del muro?
Es absurdo,
lamentable, que los gobiernos
de México y Estados Unidos intercambien dicterios y pullas, en lugar de intercambiar información y unir fuerzas para
atacar ese mal que afecta a
ambos.
México y Estados
Unidos, sus gobiernos, tendrían que estar analizando
de manera conjunta nuevas fórmulas de integración para actuar como bloque
de América del Norte contra los efectos
de la crisis.
Y lo que
están haciendo, los gobiernos, es vacunar
a sus respectivas poblaciones en contra de cualquier
acuerdo de fondo y de largo
aliento entre los dos países.