El presidente Obama

Armando Román Zozaya

05-Nov-2008

El mundo atraviesa por momentos críticos: crisis económica, más pobreza, ataques terroristas, la emergencia (de nuevo) de Rusia como potencia, etcétera. Ante este escenario, lo mejor que puede ocurrir es que Barack Obama sea el siguiente presidente de Estados Unidos. Y es que, a diferencia de John McCain y George W. Bush, él entiende que el colapso del sistema financiero de ese país no fue casualidad. De hecho, una y otra vez ha dicho que lo que está pasando es atribuible a la política económica del actual inquilino de la Casa Blanca. En otras palabras, Obama sabe que su país es responsable de las dificultades económicas que el mundo está padeciendo y que, por lo tanto, debe cooperar a nivel internacional con el fin de resolverlas. Lo mismo vale para el asunto del calentamiento global: Barack Obama comprende que es un problema cuya solución exige un esfuerzo colectivo mundial y que, al día de hoy, Estados Unidos no ha hecho sino obstaculizar dicho esfuerzo. El punto es, entonces, que Obama intentará que su país coopere en cuestiones tan complejas como las mencionadas: ¡qué bueno!

Aunado a lo anterior, Obama reconoce que, si bien es verdad que hay que pelear contra el terrorismo, no es necesario promover una visión en la que sólo hay “buenos,” es decir, aquellos que están con los estadunidenses, y “malos,” o sea, quienes no están de acuerdo en todo lo que Estados Unidos quiere y/o hace. Por eso, Obama repite sin cesar que hay que derrumbar los muros que separan culturas, razas, etcétera. Claro está que ello no implica que no tenga claro que contra los terroristas hay que actuar con firmeza. Por eso, Obama ha prometido que, en cuanto Irak tenga un gobierno bien establecido, capaz de brindar seguridad a su población, objetivo que él y sus colaboradores buscarán concretar a la brevedad, la lucha contra el terrorismo será trasladada a Afganistán pues ahí radican las amenazas más graves en ese terreno. Con respecto a Irán y su programa nuclear, Obama, al contrario de G. W. Bush y de John McCain, no ha considerado el uso de la fuerza sino el de la diplomacia.

Además de lo comentado, no podemos dejar de resaltar el color del rostro de Obama: su tez es negra; tan negra como la de aquellos estadunidenses que, hace no muchas décadas, eran segregados y humillados por sus conciudadanos de piel blanca. Asimismo, no olvidemos que Obama es hijo de un inmigrante. De esta manera, la victoria de Barack Obama transmitiría el mensaje de que la democracia, si bien no es perfecta, es un modo de vida —no nada más de gobiernoque, cuando está acompañado por reglas y medidas que apoyan la libertad individual, crea oportunidades para todos: ¡qué mejor publicidad para la democracia en un mundo en el que hace mucha falta pero no suele ser la norma!

Obama es, pues, el presidente de Estados Unidos que el planeta requiere. Sin embargo, paradójicamente, esto no implica necesariamente que una presidencia de Obama sea lo mejor para la sociedad estadunidense. En concreto, en términos de lo que Estados Unidos es, Obama se encuentra muy a la izquierda. Por ejemplo, ha prometido cobrarle más impuestos a los más ricos al mismo tiempo que reducirá los que pagan la clase media y la pobre. También desea una reforma al sistema de salud que haga posible que éste ya no sea, hasta cierto punto, inhumano, como sucede hoy, sino que favorezca a quienes menos tienen. Igualmente, entre otras cosas de naturaleza similar, Obama pretende poner en pie medidas que permitan que las personas de menos recursos puedan estudiar hasta nivel universitario si así lo desean.

Estoy de acuerdo en todo lo que Obama anhela. No obstante, como ya decía, me pregunto si la sociedad de ese país y, sobre todo, el Congreso de Estados Unidos, lo estarán también. ¿Por qué? Porque lo que Obama pretende es hacer de EU algo similar a un Estado de bienestar europeo y es probable que, tarde o temprano, los estadunidenses le den la espalda a un proyecto así. De hecho, a pesar de que ese país es uno de los más avanzados con mayor desigualdad en términos de distribución del ingreso y de la riqueza, nunca ha tenido un partido socialdemócrata viable/duradero. De igual manera, sus sindicatos nunca se han caracterizado por la combatividad y el protagonismo de sus similares europeos. Con estos antecedentes, ¿tendrá futuro el programa socioeconómico de Obama? ¿Generará conflictos en el interior de su país? ¿Ha llegado, finalmente, la hora de la izquierda? No lo sabemos. Lo que tenemos claro es que estamos con Barack Obama: ojalá, entonces, que se confirme su victoria; ¡hace falta!

armando.roman@anahuac.mx