El mundo atraviesa por momentos
críticos: crisis económica,
más pobreza, ataques terroristas, la emergencia (de nuevo) de Rusia como potencia,
etcétera. Ante este escenario, lo mejor que puede ocurrir
es que Barack Obama sea el siguiente presidente de Estados Unidos. Y es que, a diferencia
de John McCain y George W. Bush, él sí entiende que
el colapso del sistema financiero de ese país no fue casualidad.
De hecho, una y otra vez ha dicho
que lo que está pasando es
atribuible a la política económica del actual inquilino de
la Casa Blanca. En otras palabras,
Obama sabe que su país es
responsable de las dificultades económicas que el mundo está
padeciendo y que, por lo tanto, debe
cooperar a nivel internacional con el fin de resolverlas.
Lo mismo vale para el asunto del calentamiento global:
Barack Obama comprende que es un problema cuya solución exige
un esfuerzo colectivo mundial y que, al día de hoy, Estados
Unidos no ha hecho sino obstaculizar dicho esfuerzo. El punto es, entonces,
que Obama sí intentará que su
país coopere en cuestiones tan complejas como las mencionadas:
¡qué bueno!
Aunado a lo anterior, Obama reconoce
que, si bien
es verdad que hay que pelear
contra el terrorismo, no es
necesario promover una visión en la que sólo hay “buenos,”
es decir, aquellos que están
con los estadunidenses, y “malos,”
o sea, quienes no están de acuerdo en todo lo que Estados Unidos
quiere y/o hace. Por eso, Obama repite sin cesar que hay que derrumbar
los muros que separan culturas, razas, etcétera. Claro está que ello
no implica que no tenga claro que
contra los terroristas hay que
actuar con firmeza. Por eso, Obama ha prometido que, en cuanto Irak tenga
un gobierno bien establecido, capaz de brindar seguridad a su población, objetivo
que él y sus colaboradores buscarán concretar a la brevedad, la lucha contra el terrorismo será trasladada a Afganistán pues ahí radican
las amenazas más graves en ese terreno. Con respecto a Irán y su
programa nuclear, Obama, al contrario
de G. W. Bush y de John McCain, no ha considerado el uso de la fuerza sino el de la diplomacia.
Además de lo comentado, no podemos dejar de resaltar el color del rostro de
Obama: su tez es negra; tan negra
como la de aquellos estadunidenses que, hace no muchas décadas, eran segregados
y humillados por sus conciudadanos de piel blanca. Asimismo,
no olvidemos que Obama es hijo de un inmigrante.
De esta manera, la victoria de Barack Obama transmitiría
el mensaje de que la democracia, si bien no es perfecta, sí es un modo
de vida —no nada más de gobierno— que, cuando está acompañado
por reglas y medidas que apoyan
la libertad individual, crea
oportunidades para todos: ¡qué mejor
publicidad para la democracia en un mundo en el que hace mucha
falta pero no suele ser la norma!
Obama es, pues, el presidente de Estados Unidos que el planeta requiere. Sin embargo, paradójicamente,
esto no implica necesariamente que una presidencia de Obama sea lo mejor para la sociedad
estadunidense. En concreto,
en términos de lo que Estados Unidos es, Obama se encuentra muy a la izquierda. Por ejemplo, ha prometido cobrarle más impuestos a los más ricos al mismo
tiempo que reducirá los que pagan la clase media y la pobre. También desea una
reforma al sistema de salud que haga
posible que éste ya no sea, hasta cierto punto,
inhumano, como sucede hoy, sino
que favorezca a quienes menos tienen.
Igualmente, entre otras cosas de naturaleza similar,
Obama pretende poner en pie
medidas que permitan que las
personas de menos recursos puedan estudiar hasta nivel universitario
si así lo desean.
Estoy de acuerdo en todo lo que Obama anhela. No obstante, como ya decía, me pregunto
si la sociedad de ese país y, sobre
todo, el Congreso de Estados Unidos, lo estarán también. ¿Por qué? Porque
lo que Obama pretende es hacer de EU algo similar a un Estado de bienestar
europeo y es probable que, tarde o temprano,
los estadunidenses le den la espalda
a un proyecto así. De hecho, a pesar de que ese país
es uno de los más avanzados con mayor desigualdad en términos de distribución del ingreso y de la riqueza, nunca ha tenido un partido socialdemócrata viable/duradero.
De igual manera, sus sindicatos nunca se han caracterizado
por la combatividad y el protagonismo de sus similares europeos. Con estos antecedentes, ¿tendrá futuro el programa socioeconómico de Obama?
¿Generará conflictos en el
interior de su país? ¿Ha llegado, finalmente, la hora de la izquierda? No lo sabemos. Lo que sí tenemos claro
es que estamos
con Barack Obama: ojalá, entonces,
que se confirme su victoria; ¡hace
falta!