Cuba vive ¡viva Cuba!

 

Mario Melgar-Adalid

 

Cada final de año se repetía el mismo vaticinio: “Este año caerá Fidel Castro”, llegaba diciembre y nada. Ahora la inminente reanudación de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba es la noticia internacional más relevante para Latinoamérica en 2014. La tensión dio paso a la reconciliación y la buena voluntad.

 

Mientras el lugar de Cuba quedó vacante en la reciente Cumbre Iberoamericana en Veracruz, los diplomáticos cubanos sostenían reuniones secretas con funcionarios de la Secretaría de Estado de EU en Canadá, bajo la bendición del papa Francisco, que se apuntó con esto un nuevo logro de la política internacional vaticana. Obama y Raúl Castro sostuvieron por teléfono el primer diálogo sustancial entre los presidentes de los dos países desde 1961.

 

Lo que seguirá será el levantamiento del bloqueo estadounidense a Cuba. Fue el embargo el acicate político que permitió a los Castro mantenerse en el poder. Lo injusto de la medida fue el mensaje de unidad, totalmente eficiente, con el que mantuvieron el apoyo del pueblo: Si algo andaba mal en Cuba era por el cerco injusto; si se lograban superar las dificultades era por el sacrificio popular y por un secreto a voces: el subsidio político, militar y económico de la Unión Soviética.

 

Cuando el apoyo soviético a la isla estaba a punto de desparecer por la llegada de la reestructuración (Perestroika) y la apertura (Glasnot), Fidel vivía el momento más glorioso de la revolución. Al clausurarse los Juegos Panamericanos de 1991 al momento que el cubano Félix Savón noqueaba al boxeador estadounidense Shannon Briggs para ganar la medalla de oro en la categoría de peso completo, se anunció, ante diez mil espectadores, que Cuba había obtenido el mayor número de medallas de oro, venciendo nada menos que a EU. El público, en lugar de vitorear al boxeador cubano gritaba “¡Fidel!, ¡Fidel! ¡Fidel!”.

 

No obstante, la felicidad de ese día duraría sólo unas horas. Mario Vázquez Raña, como funcionario deportivo panamericano, ofreció una cena en La Habana a Fidel. Acudieron, según varias fuentes, el presidente Carlos Salinas y Gabriel García Márquez. Fidel, nervioso, se levantó varias veces de la mesa: en Moscú se había iniciado un golpe de Estado para derrocar a Gorbachov y regresar las cosas al estado anterior a la apertura y reestructuración. El golpe falló, pues los militares soviéticos no lo respaldaron y con ello inició la disolución de la URSS y la desilusión de Fidel.

 

Castro, escribe Andrés Oppenheimer (Castro’s Final Hour), llamó a los comensales y les anunció que Cuba se había quedado sola y que se iniciaría el largo camino de crisis económica y la escasez. Gabriel García Márquez tomó la palabra y se dirigió al presidente Salinas: “Yo prefiero morir que desaparezca la Revolución Cubana. Espero que México, mi segunda patria, no deje sola a Cuba en estos momentos.” Al mandatario mexicano se le escuchó decir: “el presidente Fidel sabe que cuenta con nosotros”. La caída del régimen era inminente.

 

La salida que ahora ha dado Obama al régimen cubano permite avizorar el capítulo final de la Revolución Cubana. La apertura comercial, financiera, política e ideológica que traerá la reanudación de las relaciones entre los dos países y eventualmente la derogación de las leyes que han ahogado a la isla, dará paso a una nueva etapa en que los Castro finalmente puedan jubilarse y pasar sus últimos días en Cuba. El edén caribeño, según dicen las últimas crónicas, empezó a bailar y festejar con mayor brío que cuando ganaron aquellas medallas de oro.

 

México por su parte tendrá que darse cuenta que además de las tribulaciones internas también debe revisar y corregir su política exterior. Ha ido perdiendo lo que era timbre de orgullo: su impecable política exterior, particularmente con Cuba y su liderazgo en Latinoamérica. Largo ha sido el tramo desde que México fue el único en votar en contra de la expulsión de Cuba de la OEA en 1962, hasta la reciente reunión de la Cumbre Iberoamericana en que Cuba nos hizo el desaire. Algo para pensarse en estos días de reflexiones.

 

 

*Mario Melgar-Adalid: Doctor en Derecho por la UNAM e Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas, miembro del SNI Nivel II. En la UNAM se desempeñó como Abogado General, Secretario General Administrativo, Coordinador de Humanidades y Director de la Escuela Permanente de Extensión en San Antonio, Texas. En el sector público fue Consejero de la Judicatura Federal, Oficial Mayor de la Secretaría de Salud y Secretario de Desarrollo Social del Estado de Guerrero. Su libro más reciente "La Suprema Corte de Estados Unidos, Claroscuro de la Justicia", publicado en 2012 por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y la Editorial Porrúa.

 

Investigador del IIJ de la UNAM.

 

@DrMarioMelgarAdalid

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