Chapo Fiasco
Era ya de noche en Washington, cuando la DEA aceptó a regañadientes que el supuesto hijo del Chapo no era el que sus informantes les habían señalado. Tras casi 48 horas de frenéticos contactos entre agentes de la DEA, miembros de la armada mexicana y de la PGR todos ellos llegaron a una sola conclusión: la defectuosa inteligencia aportada por informantes de la agencia antinarcóticos de Estados Unidos, la inmediata reacción de los familiares de Felix Beltrán León y la torpe actuación del gobierno de México les habían arrojado en brazos de uno de los peores fiascos en materia de inteligencia y ante un vergonzante espectáculo de oportunismo político.
Para quienes seguimos el operativo desde Washington, la velocidad con la que el gobierno de México, la DEA y los medios se habían lanzado la víspera, tras una presa largamente codiciada para presentarla como trofeo de cacería, contrastó vivamente con el subsecuente espectáculo de torpeza, confusión y descreimiento que trajo consigo una jornada de desmentidos de parte de la familia de Felix Beltrán y sus abogados.
Como una penosa novela por entregas, a primera hora del viernes el portavoz de la DEA, Rusty Payne, modificaba su versión del día anterior, para asegurar que la agencia antinarcóticos jamás había confirmado la identidad del supuesto hijo del Chapo, sino que simple y sencillamente se había limitado a felicitar al gobierno de México.
Pocas horas después, tras una serie de forcejeos con la realidad, los agentes operativos de la DEA que habían insistido una y otra vez en que se trataba del hijo del Chapo, al final no tuvieron más remedio que rendirse ante las evidencias acumuladas de un error de identidad; un varapalo propinado por el apresuramiento y la escasa fiabilidad de unos informantes que, en su aparente torpeza, (y aquí subrayo aparente) habían propinado un durísimo revés a la DEA y a las fuerzas armadas de México, retrasando, quizá en varios años, la esperada captura de Joaquín "El Chapo" Guzmán.
A manera de recapitulación, tras el fiasco de la DEA y el gobierno de México, aquí una primera aproximación a la lista de daños ocasionados:
1.-- La captura de Joaquín Guzmán Loaera podría haberse retrasado varios años. Tras confirmar la penetración de una de sus redes en Jalisco, mediante la infiltración o compra de informantes, el cartel de Sinaloa se asegurará de identificar y sepultar a quienes han colaborado con la DEA en éste fallido intento por capturar a uno de sus hijos, Jesús Alfredo Guzmán Salazar, quien figura como el operador logístico del cartel de Sinaloa en Estados Unidos en un encausamiento abierto en una corte de Chicago.
2.-- La escasa fiabilidad de la información de inteligencia de la DEA en México ha dejado a la armada de México ante uno de los peores ridículos en su historia. Tras éste fiasco, el futuro la colaboración entre ambas entidades --la más eficaz ante el grave problema de infiltración del narco en el ejército mexicano--, se verá lastrada durante largo tiempo por el recelo y la desconfianza.
3.-- La creciente dependencia del gobierno de México, en las labores de inteligencia y las redes de informantes que han tejido cuidadosamente en su territorio las agencias federales de Estados Unidos, han supeditado todas y cada una de las acciones contra los carteles a las necesidades y, sobre todo, a los cálculos políticos de Washington.
4.-- Esta situación de creciente dependencia comprometerá seriamente los esfuerzos del próximo gobierno que surja de las urnas, para tratar de hacer de la lucha contra los carteles una política de Estado de corte transexenal.
Una de las preguntas que surgen al paso de éste bochornoso operativo de la DEA, en flagrante ridículo con unidades de la armada mexicana, es:
¿Cómo ha sido posible un error de cálculo de ésta magnitud?.
En mayo del 2011, cuando las unidades especiales de la Fuerza Naval (Navy SEALs) estadounidense cayeron como un sólo hombre sobre el complejo que ocultaba al líder de Al Qaeda, en la localidad de Abbotabbad, Pakistán, el margen de error había sido reducido al mínimo por la Casa Blanca.
Durante intensas y meticulosas sesiones del consejo de seguridad encabezadas por el presidente Barack Obama, para corroborar todos y cada uno de los elementos de la información recolectada a lo largo de dos años y asegurarse de que el objetivo del operativo era efectivamente Osama Bin Laden, el éxito fue asegurado en un porcentaje superior al 95%.
Por lo visto, en el caso del supuesto hijo del Chapo Guzmán, la urgencia por hacer puntos políticos en un contexto de reñida contienda electoral eliminaron todo atisbo de prudencia e inteligencia.
El error de cálculo, por tanto, no sólo ha comprometido seriamente las labores de inteligencia para atrapar al líder del cartel de Sinaloa, a quien la DEA ha llegado a comparar con Osama Bin Laden, sino que ha dejado en evidencia a quienes desde el principio hicieron de la lucha contra los carteles una causa con evidentes afanes políticos.