Lento avance
contra narco
EDITORIAL
12 de julio de 2011
Las armas que asesinan
a miles de personas cada año
en México provienen, en su gran mayoría, de Estados Unidos.
Los dólares que se necesitan para comprar esas armas
salen, principalmente, de los millones de estadounidenses consumidores. Por lo tanto, cualquier
intento por destruir a los cárteles del narcotráfico
será inútil en tanto dólares y armas sigan fluyendo
libremente a través de la frontera norte.
Se trata
de una fórmula causa-efecto muy sencilla, que sin embargo Estados Unidos no ha sido capaz de asimilar
en una sola y potente política de salud y de seguridad.
Para fortuna
de todos, el gobierno de Obama ha dado muestras de entender la raíz del problema. Primero reconoció la responsabilidad de su país, después mantuvo
la cooperación policial y militar con México, inaugurada con Bush. Ahora su gobierno elabora
importantes diagnósticos sobre la venta de armas y el consumo de drogas y lanza medidas al respecto.
De acuerdo
con la Oficina de Alcohol, Tabaco,
Armas de Fuego y Explosivos (ATF en inglés) 30% de las ventas de los rifles de asalto en las armerías
estadounidenses son realizadas por
compradores frecuentes o testaferros. El perfil encaja perfectamente con los traficantes que abastecen a los cárteles. Con ese argumento el gobierno de
Obama decidió que las armerías tendrán
que impedir la venta de armas de alto poder a la misma persona en un periodo de cinco días. Además, les instruyó
avisar al gobierno federal cuando detecten compradores constantes de dichos rifles.
Es un
avance insuficiente, pero explicable debido al enorme poder en Estados Unidos de las asociaciones conservadoras promotoras del “derecho” —protegido por la segunda enmienda— a poseer armas.
Lo mismo
sucede en el caso del consumo
de drogas. Se empieza
a hacer lo correcto, aunque sin la fuerza suficiente. El diagnóstico
es claro: en la última década cada
día 4 mil adolescentes se sumaron a la lista de consumidores. La respuesta del gobierno es invertir
como nunca antes en prevención
y rehabilitación
de los adictos. El problema es que
el plan convive con una contradicción: mientras Estados Unidos y México luchan por impedir
la entrada de todo tipo de droga, 15 estados de la Unión Americana legalizan la mariguana.
En ambos rubros:
armas y drogas, Estados Unidos avanza con una lentitud que contrasta
con la velocidad del deterioro en las ciudades fronterizas. México requiere de más
apoyo.
Necesitamos, como bloque
de países —porque el narcotráfico es transnacional— definir de una vez por
todas hacia dónde unificar los esfuerzos. Mientras no se ataque toda la cadena drogas-dinero-armas, la situación será cada vez
peor para ambos.