México siempre
sí importa a EU
Editorial
Hasta hace unos
días México no era tan importante
para Estados Unidos. Sólo después
del asesinato de dos de sus funcionarios en suelo mexicano fue que entendieron
la gravedad de la violencia
en su puerta. Está por verse si esta vez
las palabras serán hechos.
Hay que recordar el pasado reciente. Muchas expectativas
generaron las primeras acciones diplomáticas y declaraciones de
Barack Obama en relación con México. Felipe Calderón fue
el primero en ser recibido por el entonces presidente electo. Unos meses después,
ya en funciones, el demócrata visitó este país
luego de un sentido “mea
culpa” de su secretaria de
Estado, Hillary Clinton. Por primera vez en
la historia los estadounidenses aceptaban,
sin cortapisas, su enorme responsabilidad en el consumo de drogas y el tráfico de armas. Pero las acciones subsecuentes
no reflejaron la supuesta preocupación. El presupuesto
para la Iniciativa Mérida
se redujo, al grado de representar únicamente lo que Estados Unidos
gasta en un día en Iraq. Además, no hubo un solo cambio
en la política de prevención
y atención ante las adicciones de la población norteamericana. En cuanto al tráfico de armas tampoco existió algún cambio, apenas
un proyecto de ley de un pequeño grupo de legisladores
estadounidenses en favor de cerrar el paso a la comercialización de armas largas. Nada
más.
Ayer regresó Hillary Clinton a México. Ya no sólo
para darle un espaldarazo a Felipe Calderón, sino para acordar
acciones concretas que se engloban en un diagnóstico del consumo de drogas en ambos territorios, inversión en las corporaciones de seguridad, mayor
inteligencia en materia de lavado de dinero y delitos financieros, desmantelamiento de los cárteles,
inversión social en las fronteras Tijuana-San Diego y Ciudad Juárez-El
paso, así como el fortalecimiento de las instituciones en esas localidades. Cuando menos esta
vez sí hay compromisos qué medir.
Habrá que esperar
que en el corto plazo el desconocimiento personal
del presidente Barack Obama sobre México no afecte el pacto. Ya falló
una vez en detectar la gravedad del problema.
Estados Unidos debe comprender que su nivel de integración
con México no se mide ya en
kilómetros, sino en días. Cada vez son mayores los vínculos comerciales, culturales, incluso de consanguinidad. Sin embargo, integración
no es fusión. El límite está en la presencia de tropas y bases militares extranjeras en suelo mexicano. Hay muchos pendientes de cooperación mutua, bastante por hacer
todavía, antes de siquiera plantear la posibilidad de pedir esa clase
de ayuda.