Nuestro futuro con Obama

 

EDITORIAL

 

25 de marzo de 2009

 

La relación México-Estados Unidos llegó a zona de riesgo en sólo dos meses. Increíble que apenas en enero Barack Obama recibía al presidente Felipe Calderón con cálidas palabras y buenos deseos. Algunas notas periodísticas, declaraciones desafortunadas, el cierre de la frontera a los camiones mexicanos y la revista Forbes lo hicieron posible.

 

Por lo pronto hay que aplaudir la pronta respuesta del gobierno estadounidense: hoy llega a estas tierras la secretaria de Estado, Hillary Clinton; después lo hará la secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano; luego el procurador de aquel país, Eric Holder; y, finalmente, el propio Barack Obama.

 

El gobierno mexicano no puede desaprovechar esta oportunidad. Debe dejar claro que la importancia de la relación bilateral no permite ya más demoras discursivas.

 

Luego de eliminarse la “certificaciónque hacía Estados Unidos a México y de que el ex presidente George W. Bush firmara la Iniciativa Mérida, se pensó que por fin México lograría que su arrogante vecino asumiera su papel contra el narcotráfico.

 

Descubriríamos después que el cambio de mentalidad era exclusivo del Poder Ejecutivo estadounidense; el Capitolio condicionó a México los millones de dólares prometidos a cambio de modificaciones constitucionales. Bush se opuso y la presión consiguió eliminar varias trabas, pero sólo para enterarnos meses después, ya con los demócratas en el poder, de que el Congreso recortaba el monto del programa.

 

Asignarle 400 millones de dólares a un país para combatir la droga es insuficiente. Eso es lo que gasta Estados Unidos en un día en la guerra de Irak”, dijo ayer el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, previo a su visita de esta semana a México. Tiene razón.

 

Por eso, esta vez, el gobierno de Barack Obama debe refrendar con hechos las palabras de compromiso hoy puestas en duda. Debe respaldar a México de inmediato, con sus facultades de jefe de Estado, tenga o no el respaldo de su Congreso.