Las lecciones de Lincoln

 

Por: Sergio muñoz Bata

 

03 de Diciembre del 2012

 

Lincoln, la recién estrenada película de Steven Spielberg -que aún no se estrena en Colombia- ha creado un espléndido espacio de discusión en el que participan críticos de cine, historiadores, políticos, periodistas, novelistas, ensayistas y se ha convertido, incluso, en tema de conversación en fiestas y reuniones en Estados Unidos.

 

La cinta ha sido aclamada como una obra maestra por la mayoría de los críticos de cine, y los elogios al director, los actores y el guionista han sido abundantes y merecidos.

 

También se han desbordado los comentarios sobre el mensaje político de la película en las páginas de los periódicos. A unos días de la reelección de Barack Obama, la película se estrenó en la Casa Blanca, y ahora que la clase política debate cómo evitar que el país caiga al precipicio fiscal que su incompetencia ha creado, no han faltado comentaristas políticos que sugieren que se obligue a los miembros del Congreso a ver la cinta. La esperanza es que, viendo a Lincoln mover los hilos del Congreso para lograr un acuerdo fundamental para la nación, los congresistas aprendan a encarar el oficio como profesionales.

 

También los historiadores han encomiado la película por la fidelidad del guión a los hechos históricos aun cuando algunos de ellos reconocen que hay algunos incidentes que han sido magnificados y otros que han sido ignorados. Además, ya hay maestros que recomiendan que la película sea exhibida en las escuelas primarias de toda la nación.

 

Yo coincido plenamente con los críticos que la encomian. A me gustó mucho, por sus valores cinematográficos, por la manera en la que el director desarrolla la narrativa, por su ritmo y su unidad, por la extraordinaria actuación de los actores, por la sobriedad de su fotografía, por la lúcida eficacia del guión y por la verosimilitud de la trama. Y aunque pienso que una película debe ser juzgada en términos de cinematografía, confieso que esta cinta me ayudó a comprender mejor la grandeza histórica del presidente Lincoln. Y que me impresionó mucho esta convincente muestra de cómo la determinación moral de una persona pudo lograr un avance impresionante en la lucha por la igualdad racial en su país.

 

Destaco, además, una escena en la que Lincoln da muestra de su profunda cultura y de cómo expresarla con deslumbrante naturalidad. Durante una conversación casual con dos jóvenes telegrafistas, uno de ellos ingeniero, Lincoln les explica el principio que a su juicio compendia el pensamiento de Euclides. Yo me imagino que en ese momento histórico en el que la nación debatía si los negros eran seres humanos iguales a los blancos, el principio euclidiano pesaba fuerte en su ánimo. Euclides -dijo Lincoln- le enseñó que "las cosas que son iguales a otras cosas son iguales entre ".

 

Sin embargo, me resisto a aceptar que se juzgue una película por su valor histórico, porque creo que esta, al igual que una novela, es una recreación imaginativa de un suceso y no necesariamente representa una verdad histórica. No puedo negar que novelistas como León Tolstói, Honoré de Balzac o Thomas Mann escribieron sus visiones de Rusia, Francia y Alemania con mayor lucidez que muchos historiadores; no obstante, sus obras siguen siendo ficciones y sus verdades son poéticas no históricas.

 

Yo creo que hablar de películas históricas o novelas históricas presenta una contradicción en los términos. La historia se basa en documentos y archivos mientras que la ficción es imaginación y representación. Por otro lado, pienso que sería un grave error menospreciar el inmenso valor de las grandes novelas o películas que tratan temas históricos de forma inteligente, sobre todo cuando nos proponen ideas que nunca habíamos pensado, tal y como me ha sucedido con Lincoln.