Editorial: Un escándalo que no termina
20 de Abril del 2012
Es tiempo de que la nación entera reconozca el problema. Los colombianos no podemos seguir portándonos con Cartagena como si también fuéramos extranjeros.
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Siguen saliendo a la luz detalles del escándalo sexual que protagonizaron algunos agentes de seguridad de los Estados Unidos durante la pasada Cumbre de las Américas en Cartagena.
La senadora republicana Susan Collins reveló que 21 prostitutas entraron al Hotel Caribe con un grupo de escoltas del Servicio Secreto que se encontraban en la ciudad en la labor de proteger a Barack Obama. El diario The New York Times afirmó que el vergonzoso episodio, que podría haber comprometido la vida del presidente norteamericano, había estallado por cuenta de un guardia que a la mañana siguiente se negó a pagarle lo prometido a la "dama de compañía" con la que pasó la noche. El periódico El País recordó que los miembros de la defensa del mandatario suelen repetirse el lema "ruedas arriba, anillos afuera" siempre que salen del país con su jefe.
En Estados Unidos, en donde la seguridad jamás deja de ser un tema fundamental y aún se recuerda entre el humor y el puritanismo la crisis que afrontó el mandatario Bill Clinton por sus deslices, la polémica crece con el paso de los días. El Congreso ha exigido una pesquisa a fondo de los hechos. "Rodarán cabezas", dijo el senador por Iowa, Chuck Grassley. Por su parte, el candidato republicano Mitt Romney ha aprovechado la ocasión para prometer que, en caso de ser elegido Presidente de los Estados Unidos el próximo 6 de noviembre, saneará de una vez por todas al Servicio Secreto. "Hay que retirar de sus cargos a las personas que violan la confianza del pueblo", declaró.
Tres de los guardaespaldas involucrados fueron expulsados. Once agentes se encuentran suspendidos hasta nueva orden. Cinco soldados están bajo investigación disciplinaria.
Y, mientras tanto, cada cual aprovecha la situación a su manera.
Los proxenetas, que dan declaraciones en medios nacionales e internacionales, presentan su negocio como uno más de los atractivos de la Cartagena de hoy; las redes sociales se llenan de chistes de todos los colores, y las empresas relacionadas con el turismo se inventan promociones de último minuto: la aerolínea norteamericana Spirit Airlines acaba de lanzar una campaña en la que se ofrecen económicos vuelos a una Colombia que, por cuenta de este desafortunado capítulo, en apenas una semana ha ganado fama de paraíso del turismo sexual.
El alcalde de Cartagena, Campo Elías Terán, pidió respeto cuando sintió que los medios estaban contando la historia "como si la ciudad estuviera llena de prostitutas". La secretaria de Estado Hillary Clinton lamentó que el incidente de los escoltas no solo eclipsara los avances de la Cumbre, sino que de paso arruinara "una oportunidad de mostrar lo mucho que ha cambiado Colombia en estos años". Sin duda son dos reclamos justos. Pero habría que lamentar, de igual manera, que semejante crisis no haya conducido a una verdadera reflexión sobre el constante, peligroso e innegable crecimiento del turismo sexual en Cartagena, donde son explotados muchos menores. Ese sí que es un problema nuestro, que hay que atacar con mayor resolución.
Antes, mucho antes de que estallara este escándalo, los cartageneros se encontraban combatiendo ese lado oscuro del turismo -le advertían al país que 500.000 personas viven en condiciones de pobreza extrema y hacían lo posible para cerrarle el paso a la deplorable prostitución de menores de edad- a través de campañas creadas por la Fundación Renacer, la Administración Distrital y Unicef. Es tiempo de que la nación entera reconozca el problema. Los colombianos no podemos seguir portándonos con Cartagena como si también fuéramos extranjeros.
editorial@eltiempo.com