¿Para qué servirá la la Comunidad
de Estados Latinoamericanos
y Caribeños?
Análisis
de Sandra Borda Guzmán* sobre la creación del nuevo organismo regional.
Son muchas
las razones por las cuales
los Estados deciden crear organizaciones internacionales. Lo hacen para superar problemas
de acción colectiva y buscar mutuas ganancias;
para asegurar su influencia sobre
un grupo de países (como E.U. con la creación de la OEA); para crear
foros de discusión e intercambio y lograr acuerdos; o para institucionalizar su deseo de contrapesar el poder de un país hegemónico. Esta última parece ser la razón que motivó
la creación de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (Celc), anunciada esta semana en México.
El mensaje
de los latinoamericanos a Washington, a través de la nueva organización, no podría ser más claro: la región
no tiene la menor intención de continuar siendo el patio trasero de E.U. y
reconoce el lento pero inequívoco declive del poder hegemónico estadounidense.
Cuba está
adentro y Honduras quedó por fuera. América
Latina parecería entonces estar decida a balancear y contrarrestar el poder de Estados Unidos en la región.
A pesar
de que el ejercicio político es legítimo
y va a satisfacer parcialmente las demandas nacionalistas y anti-imperialistas de varios países de la región, la pregunta es: ¿para
qué crear esta nueva organización?
La decisión de 'independizarse'
de la influencia estadounidense
es válida, pero ¿se va a lograr
este objetivo tan sólo creando una
organización internacional que excluye a dicho
país? ¿a través de qué mecanismos? ¿no se trata más bien
de una medida simbólica, pero con poco contenido en materia de acciones que faciliten este
intento por incrementar la autonomía del área?
El otro
argumento es que la OEA ya
no sirve para nada y que es necesario
un foro multilateral que facilite la resolución de los múltiples desafíos que enfrenta la región. Esto implica
que la Celc funcionará justamente porque E.U. no está presente. El problema es que es
poca la evidencia que respalda la aseveración según la cual América Latina no ha podido históricamente actuar colectivamente única y exclusivamente por culpa de Washington.
'Fórmula exclusionista y confrontacional'
En cambio, y como ya se empezó
a vislumbrar gracias al poco
presentable y más bien vergonzoso altercado entre los presidentes de Colombia y Venezuela, todo
parece indicar que sería recomendable
mirar más la viga en el ojo propio que la paja
en el ojo ajeno. Si algo, la Celc eventualmente
tendrá la utilidad 'académica' de demostrar finalmente que, en contra de lo que aseguran los viejos y transnochados discursos antiimperialistas, E.U.
no tiene la culpa de todo lo
malo que le pasa a la región.
Es de lamentar,
sin embargo, que en momentos
en los que se debería estar pensando en acercamientos, la región opte por una
fórmula exclusionista y confrontacional.
Claramente, los presidentes latinoamericanos han descubierto lo útiles que son los foros multilaterales (con cámaras de televisión a bordo) para hacer política
en el más parroquial de los
sentidos. En ese sentido, una organización
más no le sobra a nadie.
*Sandra Borda
Guzmán es Profesora e Investigadora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes