Silencios que indignan
Toda la razón le asistía al canciller Jaime Bermúdez cuando reclamó a la pomposa Unasur por su
silencio frente a las continuas agresiones
de Hugo Chávez. Agresiones que
ya no son solo verbales, como
lo muestra la voladura de
dos puentes peatonales en
la frontera y la indiferencia
del régimen chavista frente al asesinato, en su territorio, de un grupo de humildes colombianos. Que un mandatario socio y fundador de Unasur amenace a un vecino con la guerra y lleve a cabo acciones
dignas de bandas terroristas no ha merecido un
solo comentario de Unasur como institución, ni tampoco, de manera individual, de los gobiernos
que la integran.
Lula calla. La señora Bachelet, que tan preocupada se declaró por el uso estadounidense
de las bases militares colombianas, también se hace la gringa. La señora Fernández de Kirchner, ni hablar, aunque,
claro, ella tiene un maletín con 800.000 dólares que le mandó Chávez para justificarse. Es un silencio cobarde e indignante. Es el silencio de muchos cuando los nazis
se llevaban a los judíos a
los campos de concentración.
Esa pasividad les salió costosa a los indiferentes, pues luego los nazis
vinieron por ellos. Si la región le permite actuar así a Chávez contra Colombia, sus
líderes deben saber que, algún día,
la furia de este sicópata se volteará contra ellos.
Y qué decir
de la administración de Barack Obama, que tan cómoda parece en su silencio.
Un día se arrepentirá de no
haber sabido respaldar a su único aliado verdadero
en la región, el que les extradita a cientos de narcotraficantes, el que les ha reducido de manera sustancial la producción y exportación de cocaína para que menos
polvo blanco llegue a las narices
de sus adictos, el que no se ha dejado comprar -como lo hizo el depuesto Manuel Zelaya y como lo han hecho
muchos otros- por los petrodólares de Chávez.
Una sola excepción
vale destacar: el Senado
del Brasil. Amigos y opositores
de Lula han trancado la aprobación del
ingreso de Venezuela a Mercosur,
tras dejar en claro que Brasil
no puede privilegiar con un
acuerdo comercial a un mandatario que amenaza a diario con una guerra. Por
lo demás, lo que parece haber cundido
en la región es una mezcla de pánico
cobarde e indiferencia.
Y si en el exterior llueve, en el país diluvia. El silencio también campea en la oposición. Ya ni siquiera
Gustavo Petro, que tantos votos ganó, por
confrontar a Chávez, en la consulta
que lo hizo candidato, ha vuelto a cantarle la tabla. Por los lados del Partido
Liberal, nada de nada. Después de la acertada constancia del ex presidente César Gaviria en la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores -que, por cierto,
el presidente Álvaro Uribe no supo valorar-,
el jefe del
liberalismo también se ha callado. Ernesto Samper sí se ha pronunciado, pero más bien a favor de Chávez.
Andrés Pastrana, que en su momento también
sufrió las intromisiones de Chávez, en vez
de rechazar las nuevas agresiones, ¡ahora se ofreció de mediador!
No se trata de que
estas voces se alcen para responder uno a uno los insultos
del tiranuelo de Miraflores. No. En eso Uribe, el canciller
Bermúdez y el ministro de Defensa, Gabriel Silva, han acertado al evitar toda provocación. Pero, a la vez, han sido enérgicos
en la defensa de la postura
colombiana. ¿No podrían los
líderes opositores hacer lo mismo?
Uribe ha acumulado
muchos errores en los meses recientes, en particular por su equivocado
empeño reeleccionista y por la corrupción desatada como consecuencia
del chantaje de la maquinaria politiquera que el Gobierno alentó para sacar adelante
el referendo en el Congreso.
Pero de ahí a que la oposición calle y mire para otro lado a la hora de respaldar a Uribe ante las agresiones de Chávez, hay mucho trecho.
Un trecho que los electores tal vez
les cobren el año entrante.
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas