Deus ex machina para acabar la guerra

 

Es posible que Marulanda Vélez tuviera más empatía con Correa y Chávez que con Uribe Vélez. Es posible que Uribe sintiera más empatía con George W. Bush y con Alejando Toledo que con Correa y Chávez. Pero es también posible que Chávez y Correa, como dirigentes activos que son de la poderosa OPEP (Organización de países exportadores de petróleo), abriguen temores y antipatías con Bush, el guerrero petrolero del Irak -y a quien el gobierno colombiano acompañó de corazón.

 

Es posible así  mismo que Correa prefiera "tolerar" a "desencadenar" una guerra en la franja fronteriza que va hasta Ibarra y que corre en setecientos kilómetros desde el Pacífico hasta el río Putumayo medio, donde están asentados miles y miles de colombianos asilados, desplazados, narcos y por supuesto algunos milicianos de las Farc. Es posible también que Iván Márquez y otros camaradas anden por la frontera venezolana que mide dos mil kilómetros desde el mar Caribe hasta el nacedero del Orinoco y del río Negro.

 

El tablero es complicado. Si se asientan en cinco bases aéreas colombianas militares norteamericanos de alta calificación y naves con tecnología de punta, es posible que Chávez, con razón, se sienta amenazado. Correa, incómodo o desairado. Si se pillan unas bazucas lanzamisiles 'Made in Sweden', vendidas veinte años ha a Venezuela, eso arde. Si hay rastros de correspondencia de Iván Márquez de que dos generales venezolanos le habrían ofrecido un par de tubos y munición para meter adentro, la cosa explota.

 

Y no hay modo de echar reversa. Porque el desarrollo del Plan Colombia acogiendo la retirada de la Base de Manta, se puede estar jugando contra la promesa del TLC con los Estados Unidos. Es posible y así lo ven algunos, sin meterle mucha malicia indígena. La sabiduría salomónica del presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la paz, Óscar Arias, podría sintetizar el arreglo en un solo punto: "Control militar de las fronteras por parte de Venezuela y Ecuador, contra retiro de misiones aéreas norteamericanas en Colombia". Salomónico tercio, pero duro de lidiar.

 

Porque lo que quisiera el gobierno colombiano es que sus dos vecinos fueran sus dos aliados beligerantes y contra las Farc y contra los narcos. Pero los dos vecinos saben que eso es meterse en la barriga patria la guerrita sucia que a Colombia la tiene en jaque-mate. Entonces Uribe juega a ganar la guerra con aparatos aéreos más sofisticados. Vuelve y juega in crescendo. ¿Cobrar piezas allende la frontera? Eso cuesta ruptura de relaciones. ¿Mantener bases? Espera  represalias.

 

En las tragedias de teatro griego, cuando la trama se enredaba en nudo gordiano y el héroe bueno, el chacho, tenía que morir injustamente, el dramaturgo se las arreglaba para bajar al escenario un dios, como Hermes el astuto protector del comercio o Afrodita la diosa del amor, quien entre bambalinas rescataba al héroe o eliminaba al matón. La finta era inverosímil, pero el público aplaudía la oportuna proeza. Desde entonces se habla del "Deus ex machina" para significar al milagroso bajado con cuerdas desde la tramoya al escenario.

 

Hace falta que aparezca Obama para sacar al narco que todo lo envenena y a muchos héroes buenos sacrifica. No solo a los candidatos presidenciales abatidos a balazos. También a los que tienen que sacrificar su mandato, enredados en guerras sucias. Basta que Obama sentencie que se acaba la veda de los estupefacientes y los impasses entre vecinos verían el final feliz. ¿No fue tras la famosa Wickersham Commission que el presidente F.D. Roosevelt acabó con la veda del alcohol? Y no por miramientos de salud y adicción, sino porque la sociedad norteamericana había caído en un desbarajuste imparable, con una policía por fuerza corrompida y un crimen organizado imponiendo su ley a diestra y siniestra. Toda una tragedia griega. Como la que vivimos.

 

Bernardo García Guerrero