La condición
femenina
16
de Enero de 2008 - ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS
Por primera vez
en la historia, una mujer o un afro- americano tienen posibilidades de ganar la presidencia.
Esta no es la primera
ocasión en la que una mujer o un
afroamericano buscan la nominación a la candidatura presidencial de su partido para la elección de noviembre.
En 1872, la sufragista Victoria Chaflin Woodhull lanzó su candidatura
presidencial para adelantar la igualdad de género. Cien años después, Shirley Chisholm, una mujer afroamericana
también buscó, infructuosamente, la nominación del partido demócrata
a la presidencia. En 1984, Jesse Jackson logró ganar algunas
primarias en un quijotesco intento por llegar a la Casa Blanca.
Lo
nuevo en el 2008, es que por primera
vez en la historia de Estados Unidos una mujer o un
afroamericano tiene posibilidades reales de ganar la presidencia. Y que la confrontación entre miembros de dos minorías ha generado debates sobre su elegibilidad,
el estado de las relaciones interraciales en el país y la condición de las mujeres y su
acceso a los puestos de poder. Los republicanos, no en balde su conservadurismo, optaron por la vía más segura postulando solamente a un puñado de hombres blancos.
Como
bien ha notado la escritora Gloria Steinem, la competencia
entre un negro y una mujer ha mostrado
que más que
la raza, el género sigue siendo el factor que más restringe
la vida en Estados Unidos.
"A
los hombres negros -escribe Steinem- se les concedió
el voto 50 años antes de que una mujer,
de cualquier raza, pudiera emitir un sufragio. Y, en términos generales, los hombres negros han
podido ascender a posiciones
de poder, desde las fuerzas armadas hasta las juntas de directores de las grandes corporaciones, mucho más rápido y en mayor número que las
mujeres."
Lamentablemente, a principios del siglo XXI, sigue
vigente el estereotipo que define a las mujeres alternativamente como criaturas adorables, inútiles y emocionalmente inestables, o como seres fríos,
distantes, competentes pero manipuladores. Así, no es accidental que a las mujeres
que han
podido triunfar en la política por mérito
propio, Golda Meir,
Margaret Thatcher o Angela Merkel se les caracterice como "damas de hierro".
Al
inicio de la campaña, a
Hillary se le acusaba de ser fría,
calculadora y manipuladora,
llegándose al extremo de reconocer su inteligencia
más como
un vicio que como virtud. Luego,
dos incidentes de campaña propiciaron un cambio
de opinión. En el primero, los ojos
de la candidata se humedecieron
al contestar una pregunta sobre cómo pudo combinar
sus deberes de madre y esposa con una carrera política.
En el otro, reaccionó
con ira a los ataques que le lanzaban sus dos más cercanos competidores.
En ambos demostró ser simplemente
un ser humano.
Para algunos observadores,
la "dama de hierro"
se vio débil mostrando así su
incapacidad para gobernar al país. También es
posible que algunas votantes se conmovieran y le dieran el triunfo en New Hampshire. Para los más cínicos,
todo fue una farsa porque
Hillary es una persona fría, hipócrita y manipuladora.
Es
evidente que no es solamente el sexismo lo que motiva el rechazo a Hillary
Clinton, una mujer que carece del
carisma que Obama ha desplegado. También es cierto
que el contraste entre los candidatos
revela un desencuentro generacional. Los jóvenes apoyan a
Obama y Hillary es popular entre los votantes
mayores de edad. Esto no implica, sin embargo, la superioridad del hombre.
Lo
importante es que cuando llegue
el momento crucial, las dos
minorías tendrán que zanjar sus
diferencias para lograr el objetivo común: sacar a los republicanos de la Casa
Blanca.