Un nuevo
New Deal
Editorial por
Sebastián Da Silva
Aparentemente, por lo poco
que se sabe, las causas y consecuencias
de esta mega crisis financiera
son muy parecidas a las que ocasionaron
el crac de 1929. En aquel tiempo la bonanza post guerra parecía eterna e interminable, la
fiesta especulativa llevaba
a ganar plata sin trabajar y consumir muy por encima
de lo real, y por último
los bancos daban créditos a diestra y siniestra sin los debidos controles.
Cuando las alarmas
se prendieron, la burbuja estalló en mil pedazos dejando un tendal de damnificados y una pérdida de riqueza que llevó a la gran depresión de los años 30.
La teoría
pendular de la historia nos trae a estos
momentos, donde muchas de estas circunstancias se repitieron y hasta el día de la fecha nadie conoce
el fondo de este desastre.
Lo claro
es que en los últimos 30 días, el mundo viene perdiendo
un 12% de su riqueza por semana, no hay mecanismo que inyecte
confianza en los mercados y
el crédito no existe por más que
los bancos centrales pongan una millonada
por día.
Es ese
contexto y por más que escuchemos
a los analistas económicos,
realizar sesudas explicaciones sobre el corto plazo, existe
un dato de la realidad que no se puede soslayar, y es que cuando las
bolsas se derrumban, la riqueza mundial desaparece sin más trámite, se extingue sin previo aviso y no queda rastro de lo que existía el día anterior.
Por tanto, el mundo está más
pobre, y para desarrollados o tercer mundistas, el horizonte cambió para mal.
La única
diferencia que podemos observar con respecto a lo que pasó a mediados del siglo pasado, no es otra que
la cantidad de gente que habita este
planeta y las necesidades vitales que este aumento
poblacional trae aparejado, lo que obliga en todo caso, a coordinar las acciones para
hacer frente a estos problemas o a globalizar las decisiones, como está de moda decir.
Es por
ello, que si la solución a la crisis del 29
pasó por la aplicación de las ideas de John
Keynes en aquel "nuevo
acuerdo", que no era otro que otorgarle
al Estado un rol más regulador y dirigista para focalizar su acción en gasto
e inversiones para paliar la situación, ahora se debería de intentar alguna solución de este tipo pero a nivel
mundial, porque claramente, las consecuencias de esta nueva realidad tienen escala planetaria.
La población
mundial tiene que seguir comiendo
y no hay stock alimentario ninguno,
la gente depende de las distintas fuentes
energéticas para vivir y las reservas
escasean.
La economía
necesita de financiamiento para desarrollarse en un mundo donde el intercambio comercial y el crédito son el oxígeno de las empresas.
Esperamos entonces, que el sistema tecnocrático internacional compuesto por el Banco Mundial, el FMI, la ONU etc., tomen conciencia de que lo que tienen que
hacer después de que pase el temblor, es encontrar al iluminado que pueda
proponer una salida de equilibrio, que haga frente,
no al Dow Jones o al Nasdaq, sino
al resabio real, humano y
de carne y hueso que sus vaivenes traen
aparejados.
Porque es indudable,
que en esta debacle mucha responsabilidad tienen los hombres que se empeñaron, sin responsabilidad alguna, en crear esta situación
en donde increíblemente,
Uruguay puede estar bien posicionado.