Un aviso para Snowden y Assange
El
excontratista de la NSA y
el fundador de Wikileaks,
ambos divulgadores de secretos,
se afanan por buscar un refugio para esquivar la justicia de EE UU
WALTER
OPPENHEIMER
30
JUL 2013
Para
el Pentágono, el proceso
contra Bradley Manning es mucho más
que un ajuste de cuentas personal con el soldado que decidió filtrar
a Wikileaks material clasificado
muy comprometedor para Estados Unidos:
se trata de sentar un precedente para disuadir a quienes sueñan con seguir sus pasos y convertirse
en héroes de la transparencia.
Al exculparle de ayudar al enemigo, la sentencia deja al Pentágono a medio camino de su objetivo.
En
esa lista de héroes hay otros dos nombres, aunque por razones muy
distintas: Edward Snowden y Julian Assange. El primero lleva cinco
semanas en el limbo de la zona
de tránsito del aeropuerto
de Moscú, esperando a que Rusia le de asilo o poder volar
a algún país dispuesto a acogerle, como Venezuela, Bolivia o Nicaragua. El segundo
lleva más de 13 meses en la embajada de Ecuador
en Londres para no ser deportado a Suecia, primer paso, según él,
de su entrega a las autoridades de EE UU.
Lo
que les une es su acceso
a material clasificado de EE UU.
Manning, como soldado destinado en Bagdad. Snowden, como
subcontratado por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) para explotar sus
cualidades como hacker informático. Assange, como fundador e ideólogo de la mayor máquina de divulgación de secretos, WikiLeaks. Los tres representan un fenómeno nuevo que pone de manifiesto la debilidad de los servicios secretos, sobre todo los estadounidenses, incapaces de controlar a quienes acceden a la ingente cantidad de información que procesan. Y lo más difícil es
evitar que la gente siga robando
información clasificada.
Snowden
está reclamado por EE UU, que
le acusa de robar propiedad pública, divulgar sin permiso información de la defensa nacional y entregar a otra persona sin permiso información clasificada de inteligencia. Todo eso como consecuencia
de que gracias a él el diario londinense The Guardian publicara varias informaciones sobre las actividades de espionaje de EE UU y Reino Unido, incluido
el espionaje a Gobiernos europeos y a la Comisión Europea y la colaboración más o menos forzosa
de los grandes de en Internet, como
Microsoft, Google o Facebook.
Estaba en Hong Kong cuando
The Guardian publicó sus primeras entregas, voló a Moscú el 23 de junio y en su aeropuerto
está desde entonces. La semana pasada se anunció que Rusia había
aceptado darle asilo, pero todavía
no ha sido así. La opción de volar a otro país no es
fácil. Washington demostró hasta dónde es
capaz de llegar cuando logró que
Francia y Portugal le negaran
el paso por su espacio aéreo
al avión del presidente de
Bolivia, Evo Morales, porque
venía de Moscú y pensaban que Snowden se encontraba dentro. Morales tuvo que aterrizar
en Viena antes de poder seguir su camino
a Bolivia.
Lo
de Assange es otra cosa. EE UU no le reclama. Le reclama Suecia para aclarar
las acusaciones de violación y acoso sexual que han presentado
dos mujeres suecas contra él. Él se fue
de Estocolmo a Londres horas antes de que se emitiera una orden
de detención y desde junio del año pasado
está refugiado en la embajada de Ecuador. Asegura que si le extraditan
a Estocolmo esa será su primera
parada camino de
Washington. Sus seguidores,
que tienen en él una fe
ciega, le creen a pies juntillas. Sin pararse a pensar que si
hay un Gobierno que le entregaría a EE UU con los ojos cerrados es
el británico, no el sueco.
Assange
reaparece de vez en cuando en el balcón de la embajada para que
no nos olvidemos de él y se ha asociado todo lo que ha podido al caso de Snowden. Su última estrategia ha sido presentarse a las próximas elecciones
de Australia con un nuevo partido,
WikiLeaks.