La hidra descabezada
Lluís Bassets
2 mayo,
2011
Tiempos extraños y de paradojas,
veloces y contradictorios. Estados Unidos
y su presidente, Barack
Obama, propulsados de nuevo
a un momento de máximo prestigio y reivindicación de su poderío, justo
en los meses más tristes de ausencia de liderazgos mundiales y de debilidad de
Washington. Quien se opuso
a la guerra de Irak culmina la guerra global contra
el terror, descabezando la cabeza
de la hidra, el desafiante
caudillo del megaterrorismo.
Lo que Bush no supo ni pudo conseguir
lo hace este Premio Nobel de la Paz tan prematuro
como discutido. Apenas unas horas
después de que Gadafi estuviera a punto de ser liquidado por un golpe
aéreo de la OTAN es Washington quien directamente se adelanta en una acción de la máxima osadía y eficacia en inteligencia militar y en capacidad de acción.
Sólo conocerse la noticia ha empezado la explosión de orgullo americano, perfectamente comprensible porque la liquidación del mega asesino saudí significa
para Washington sacarse una espina clavada
en aquel 11 S de 2001, primera
fecha de la vulnerabilidad
de Estados Unidos, expresada en un ataque colosal a sus dos capitales, la política y la económica. En la noche, la gente se agrupa ya en las puertas
de la Casa Blanca, justo antes de que
Obama se dirija al país para explicar cómo
dio personalmente la orden de terminar con la vida del terrorista y cómo fue ejecutada
por un reducido equipo de agentes americanos dentro de territorio paquistaní.
Las repercusiones internas de esta noticia histórica
son obvias.
Todo
cambia en la carrera presidencial
para 2012, todavía no iniciada. La imagen presidencial quedará blindada, gracias a una acción que afecta
a la seguridad nacional, piedra miliar de cualquier política con pretensiones de hegemonía. No hay
que olvidar que desde las
propias filas demócratas se ponía en duda la capacidad de Obama para erigirse como
presidente con los instintos y la preparación para garantizar la seguridad de los estadounidenses.
Esto está hecho: el crédito de Obama es a partir de ahora inmenso. Sin
contar la reivindicación de
las víctimas y de sus familiares, debidamente rememorados en el discurso presidencial.
La eliminación
del mayor criminal de masas del siglo
XXI tendrá también una extraordinaria repercusión internacional. La derrota del yihadismo es sonora, después
del revés tremendo que está sufriendo
en todo el mundo árabe, donde no han sido sus
crímenes y su culto de la muerte los que han
hecho cambiar regímenes sino la acción decidida de los jóvenes más
occidentalizados y liberales.
La decisión de Obama tiene
el doble valor de descabezar
la primera organización terrorista internacional y realizar un acto de justicia que ejemplifica
ante todos sus seguidores el destino que les espera a quienes quieran proseguir
por este camino.