Grande y caótica
Lluís
Bassets
28/10/2010
Una
democracia grande y caótica. Así describía Obama al sistema político de su país, en una
entrevista con Peter Baker para
el New York Times (publicada por
EL PAÍS el domingo 14 de octubre).
Grande no tan solo por sus dimensiones, geográficas y demográficas, sino por su profundidad
y su riqueza, y por su influencia
como modelo político en el mundo. Este próximo martes, los ciudadanos acuden a las urnas para
renovar entera la Cámara de Representantes (435 escaños) y un tercio del Senado (37 escaños), 6.118 escaños de las Cámaras bajas y los Senados de los Estados federales, 37 gobernadores, 26 secretarios de Estado (equivalentes
al primer ministro de los Estados
federales), 30 fiscales generales estatales, además de otros cargos menores y, en 37 Estados que cuentan con sistemas de democracia directa, para votar
en 160 preguntas sobre iniciativas legislativas populares en las que se decide desde la legalización de la marihuana hasta
la prohibición de los matrimonios
gais. Pero las elecciones de mitad de mandato son también un referéndum informal para el presidente elegido dos años antes, en el que los ciudadanos suelen castigar al titular; sobre todo, como
es el caso, en mitad de una crisis devastadora para el empleo.
De ahí
la exactitud del segundo adjetivo usado por Obama: caótica. Y como consecuencia, contradictoria en muchas ocasiones: los ciudadanos castigarán a Obama por decisiones tomadas por Bush, como la asistencia financiera a los bancos en
crisis; y son buena parte de quienes
recibieron estas ayudas quienes han financiado el castigo electoral a Obama. Caótico
e irracional es el sistema de financiación, después de la sentencia del
Tribunal Supremo que avala las donaciones
privadas electorales sin límite como parte de la libertad de expresión, aplicable no a los individuos sino a las empresas.
Como es caótica e irracional, aunque de una eficacia temible,
la oposición radical de las
bases republicanas organizadas
en el Tea Party, movimiento sobre
todo contra los impuestos y
el intervencionismo gubernamental.
Estados Unidos se juega
mucho en este martes
electoral en todos sus niveles de Gobierno, pero sobre todo
se lo juega Obama. Al día siguiente, el 3 de noviembre, empieza en propiedad su campaña para
la reelección presidencial
de 2012. Toda su actuación en los dos años siguientes estará orientada en esta dirección. Pero lo que decida esta democracia grande y caótica también va a tener
una gran repercusión en la marcha del mundo. Por la presidencia, naturalmente: sus márgenes de acción, su capacidad
para actuar en la esfera internacional. Pero también por
las actitudes ideológicas e iniciativas políticas que marcan
tendencia: véase el seguimiento del Tea Party en todo
el mundo.
Un presidente debilitado y un país dividido tienen
mayores dificultades para ejercer el liderazgo mundial, incluso en el caso de que Obama se dedique fundamentalmente a la política internacional, como probablemente le va obligar este nuevo
Congreso derechizado y más republicano que saldrá de las
urnas y le impedirá legislar como ha hecho hasta ahora. A notar que cuanto más
fuertes sean los candidatos del Tea Party el próximo
martes, mayores serán las dificultades
de Obama con el Congreso; pero
más fáciles se le pondrán las cosas
para la reelección en 2012.
Todo lo que el Tea Party aporta a los republicanos en mordiente antidemócrata se lo quita en capacidad de unirles y movilizarles alrededor de un candidato presidencial elegible para 2012.
Obama no ha sido hasta ahora
un presidente fuerte en el
interior, donde le ha costado
Dios y ayuda sacar la legislación sanitaria y la regulación
financiera, sus dos éxitos más claros,
y tampoco en el exterior, donde
le cuesta imponerse en un mundo de poderes emergentes, China sobre todo, y de aliados y amigos demasiado débiles como los europeos o demasiado despóticos como los israelíes. La restauración de la imagen
exterior de EE UU, el mayor tanto
que se ha apuntado, se ve erosionado por
sus promesas incumplidas (cerrar Guantánamo), sus continuidades con Bush (ver las filtraciones
de Wikileaks) y el embrollo que
siguen siendo Irak y Afganistán. Algo debería llevarse
Obama a la boca para asegurar su reelección
y su presidencia: la paz en Oriente Próximo, por ejemplo;
o la contención definitiva
del peligro nuclear iraní.
Mientras esta democracia
grande y caótica exhibe su debilidad
y sus peleas ante el mundo, la dictadura inmensa y ordenada que es China sigue
tomando decisiones trascendentales para todos en silencio y a puerta cerrada, como sucedió hace
apenas 10 días, cuando se reunió el Comité Central del PCCh. Aunque el atractivo de EE UU sigue siendo
inmenso y muchos ciudadanos de todo el mundo desearían que su voto
contara también en la elección del presidente americano y -¿por qué no?- de los congresistas y senadores, la realidad es que sigue
creciendo también lo que Felipe González ha descrito como la fascinación mundial por el mandarinato chino.