El cumpleaños de Superman
Se
han cumplido 75 años de la aparición de Superman,
en el primer número de "Action Comics", la serie de libros de historietas de una compañía que pasaría
a ser de Warner Bros. Pero sería
más justo decir que Superman cumple 80 años, no 75. Porque fue en 1933 cuando los estudiantes judíos Jerry Siegel y Joe Shuster, que
más tarde venderían los derechos a esa empresa, publicaron
un cuento mimeografiado en
el que el personaje aparecía por primera
vez.
En
la versión mimeografiada,
Superman era el malo: un megalómano
que quiere conquistar el mundo, al que sus poderes
le resultan efímeros. Cinco años después,
resurge como el héroe que conocemos, dispuesto a hacer cumplir el código moral y legal
de una ciudad ficticia.
La
razón de la perdurabilidad
del personaje, pienso, es doble: expresa
una esencia de la sociedad estadounidense pero también una
capacidad para adaptarse a sus oscilaciones ideológicas.
Lo
segundo es más obvio. Cuando
nació, en tiempos de la
Gran Depresión, Superman era más
bien de izquierda: en la estela del "New Deal" de Roosevelt, luchaba por el pobre y contra el explotador capitalista. En la Segunda Guerra
Mundial fue el enemigo de
los "japanazis" (Goebbels, acusando el golpe, llamó a Stiegel, el creador,
"mentalmente circunciso").
Hasta que, ya en la derecha, Superman pasó a ser el guardián de la paz mundial en plena Guerra Fría y promotor del "sueño americano". Más recientemente se ha insinuado en él una dimensión
ecologista.
Lo
esencial, en cambio, no es ni de izquierda
ni de derecha. Reúne tres elementos
que han incrustado
a Superman en la psiquis de sucesivas
generaciones estadounidenses.
Uno es religioso. La religión es, junto
con la libertad individual, el barro
del que está hecho el país. En Superman hay algo de Moisés y de Jesús. En el muchacho al que sus padres sacan de su planeta,
Krypton, para salvarlo y que llega a otra
tierra, huérfano y con una misión, hay algo del profeta hebreo. En el hijo enviado por el padre a la Tierra
a encarnarse en un hombre (Clark Kent), hay algo de Jesús.
El
segundo elemento es la inmigración. Superman es inmigrante. Cuando el personaje fue creado, todavía
era reciente la etapa, que va de 1870 a 1920, en que decenas de millones de europeos de muy distinto origen
habían enriquecido y diversificado la composición del país. Que los creadores
del superhombre fuesen judíos reforzaba la conexión, pues los judíos de Europa central y
oriental habían sido parte sustancial de esa inmigración reciente. El trauma
del Holocausto robusteció
la dimensión del inmigrante
en Superman.
El
tercer elemento es el moral. Pocas sociedades llevan tan presente en su credo la antinomia del bien y el mal, y de
la ley como su espejo. La idea original del superhombre es, por cierto, muy
distinta: viene de Nietzche y su Übermensch,
palabra que significa "más allá del hombre". Pero
George Bernard Shaw, el primero que
la hizo suya en inglés, la tradujo como "Superman".
En la versión germana,
el "superhombre" es
el que ha reemplazado a
Dios, ya muerto, como fuente de valores; Superman, en cambio, no reemplaza los valores de Dios:
los hace suyos en la tierra, defendiendo el código moral de la ciudad (la ficticia
Metrópolis), cuya raíz es, aunque
esto no se diga así, la tradición judeocristiana y que está presidido por las nociones
de libertad y Derecho.
La
idea de la devoción a algo más allá del mundo
material es redentora; la
idea de un espacio donde no
importa el origen es igualitarista en el buen sentido de la palabra; por fin, la idea de un código moral al que la ley y las acciones
de los hombres se someten es
una idea que remite a la tradición tomista del derecho natural, en que la democracia liberal de Occidente basa parte de su evolución.
Por tanto: religión, inmigración y moral son
lo que hace de Superman una figura quintaesencialmente
estadounidense. El éxito
universal de este personaje
nos dice que no son valores exclusivos de los Estados Unidos y, tácitamente, que ellos tienen validez
aún si este
país se aparte de su propio credo.
Superman
no podría ser el más
perdurable de los héroes del cómic
estadounidense si el ciudadano común, además de entretenerse con él, no intuyese algo de esto.