Vientos de guerra nuclear
Por: José Fernando Isaza
Se especula
sobre un ataque
de Israel a las instalaciones
de enriquecimiento de uranio
en
Leon Panetta, secretario de Defensa de los EE.UU., le dice al Washington Post que
“hay una alta probabilidad” de que Israel ataque entre abril
y junio. Esta acción desencadenaría
una guerra de insospechables consecuencias.
Aun si es exitoso
el ataque, no aplazaría más de dos años la construcción de ojivas nucleares.
Un ejemplo de la incoherencia de la política internacional es la “autorización” por parte de EE.UU. a los países
que pueden poseer armamento nuclear. Sin
embargo, es el único país que utilizó
la bomba nuclear contra ciudades
que no tenían valor militar. En el Museo de la Paz en
Hiroshima, en el libro de visitantes,
alguien escribió: “Japoneses: se lo merecen, es la respuesta al ataque de Pearl Harbor”, pero, aun sin una declaración
formal de guerra, no es igual el ataque a una flota naval militar que a una
ciudad.
La comunidad
internacional no mantuvo las sanciones a Pakistán cuando este país
probó su propia bomba atómica.
Su estabilidad política y estructura democrática se apartan de los estándares del exclusivo
“club nuclear”. Es válido preguntarse:
¿si Irak hubiera tenido armas nucleares, habría sido invadido?
Durante la guerra de Corea,
Truman anunció la posibilidad
de emplear la bomba atómica. Tal vez no lo hizo porque Rusia ya
disponía de armamento
nuclear.
No es
posible devolver el reloj de la historia. Las bombas atómicas
y de hidrógeno existen y están en capacidad de destruir la civilización, los tratados de no proliferación se incumplen y las sanciones por
su incumplimiento varían según la conveniencia geopolítica de las principales potencias.
El temor
a que un ataque
nuclear destruya al atacante
y al atacado, explica por qué desde
1945 no se ha producido un enfrentamiento
directo entre las grandes potencias.
En el pasado, estas guerras eran mas frecuentes.
Quienes filtraron información que le permitió a la URSS construir en poco tiempo la bomba, lo hicieron para que
la “amenaza mutua de destrucción” fuera un elemento disuasivo
de la guerra.
Perogrullo diría que
las armas atómicas son un peligro en manos de las dictaduras. La historia ha demostrado que también son un riesgo en las
democracias. Parece claro que el programa nuclear de Irán no sólo busca aplicaciones
energéticas, sino también militares. Israel,
que en el pasado ha atacado instalaciones en Siria e Irak, aduciendo
el riesgo de que pueda usarse con fines no pacíficos, olvida mencionar que es
poseedor de un vasto
arsenal atómico.
En 1977, en
el complejo industrial de Dimora,
se enriqueció uranio. Edward Teller, el controvertido
impulsor y diseñador de la bomba H, colaboró con el gobierno israelí en el montaje de sus instalaciones nucleares. Esta información fue publicada por
el Sunday Times, luego de una
rigurosa comprobación de la
veracidad de las fotos y del relato
de Vanunu, un extrabajador
del complejo.
Su justificación
fue evitar la proliferación nuclear en Oriente Medio, afirmó: “un país que
experimentó el holocausto
no puede someter a la humanidad a otro holocausto”. Como era de esperarse,
el servicio secreto israelí, utilizando como señuelo
a una hermosa agente, llevó a Vanunu a Israel. Se le condenó a 18 años de prisión
por traición.