Uribe quiso realizar acciones clandestinas en Venezuela para atacar
a las Farc
Asesores y líderes de opinión consideraban un error estratégico entrar en una guerra armamentista
con el vecino país. "Somos los prefectos
hipócritas", dijo el entonces asesor presidencial José Obdulio Gaviria.
En noviembre
de 2006, además de la génesis
del escándalo de la parapolítica,
existía otra alta preocupación en el gobierno Uribe: sus relaciones con Venezuela y el primer mandatario
de ese país Hugo Chávez. En
un cable diplomático enviado
desde la Embajada de Estados Unidos en Colombia queda claro cuál
era entonces la estrategia
del Gobierno: no confrontar
con Hugo Chávez, manejarlo y aprovechar
la porosa zona de frontera para realizar operaciones contra narcotraficantes
y terroristas en territorio
venezolano.
El reporte
a Washington señala que el entonces presidente Uribe no tenía ilusiones con Chávez y veía su enfoque
anti Estados Unidos como un serio problema,
pero que prefería manejar al presidente de Venezuela e incluso
plantear una atmósfera bilateral positiva con proyectos de energía y comercio, para manejar su comportamiento. El cable resaltó el interés de Uribe por colaborar con Estados Unidos y no con la revolución Bolivariana, pues la consideraba de una naturaleza antidemocrática.
Sin embargo, el informe de la Embajada de Estados Unidos en Bogotá deja claro que
esa postura de Uribe, de énfasis en la unión antes que la confrontación, le permitía la opción de llevar a cabo acciones
armadas en Venezuela para proteger a Colombia de ataques terroristas. Es decir, autorizar operaciones clandestinas contra las Farc al otro
lado de la frontera según fuera apropiado,
eso sí, evitando
que se repitieran crisis como la que se generó en su momento
con la captura del llamado canciller de las Farc, Rodrigo Granda.
En otras
palabras, la Embajada reportó que Uribe utilizaba el espacio político de sus aproximaciones con Chávez “y autoriza
operaciones clandestinas al
otro lado de la frontera contra las Farc”. Una estrategia
que visualizó el cable con
un comentario atribuido al asesor presidencial José Obdulio Gaviria: “somos los perfectos hipócritas”. Más adelante, el reporte refirió que tanto
el vicecanciller Camilo
Reyes como el general Óscar
Naranjo comentaron que el interés de Chávez por el gasoducto lo llevó a ser más acomodaticio con la seguridad de
Colombia.
También con relación a Venezuela,
el cable aborda el análisis
de las aproximaciones que por esos
días tenía el gobierno Uribe con el Eln. Con expresa preocupación por la evidencia de que figuras altas
de esta guerrilla vivieran
de manera abierta en
Caracas. El cable expresó incluso
que el comandante militar del Eln, Antonio García, ha pasado la mayor parte de su vida
adulta entre Europa y Venezuela. Por eso, en comentario también atribuido a José Obdulio Gaviria, quedó escrito que
era preferible tener a
Chávez dentro del proceso que por fuera
causando problemas.
En otro
cable, fechado un mes antes
(octubre de 2006), al transcribir
los términos de un encuentro del entonces subsecretario de Estado de Estados Unidos Nicholas Burns con
líderes de opinión, se reportó que el criterio generalizado era que se consideraba un error estratégico que Colombia entrara en una carrera armamentista, pues eso sería
caer en manos de Venezuela
y malgastar un dinero que serviría para programas sociales o de seguridad. La conclusión fue que ante el armamentismo venezolano la respuesta debía ser diplomática.
De manera
paralela a la preocupación
de Estados Unidos por el tema Venezuela, los cables diplomáticos de 2006 tuvieron como asunto
recurrente la posibilidad
de diálogos entre el gobierno Uribe y el Eln. De hecho, en noviembre, la Embajada en Bogotá remitió un informe según el cual el mediador Moritz Ackerman iba a ir a Venezuela a entregar al Eln la propuesta del Gobierno, pero el jefe guerrillero
Antonio García le dijo que el presidente Hugo Chávez le había pedido un bajo perfil mientras estuviera en territorio venezolano.
En el cable quedó escrito que,
según Ackerman, el Eln quería mover las conversaciones fuera de Cuba para
evitar presiones de la inteligencia cubana, pues los cubanos
no querían que el Eln llegara a algún
acuerdo sin aprobación de las Farc. En el mismo reporte, la Embajada dice que Antonio García sacó del equipo negociador a Ramiro Vargas
porque le estaba pasando información a las Farc y a los
cubanos; y que cuatro prominentes colombianos estaban dispuestos a sumarse al proceso para contrarrestar las preocupaciones de que los garantes
eran muy izquierdistas.
Finalmente, en el cable diplomático quedó manifiesto que Noruega había
ofrecido financiar el proceso de negociación del gobierno Uribe y el Eln, sólo si este
movimiento guerrillero estaba irreversiblemente comprometido con la paz. Además, la Embajada de Estados Unidos en Colombia reportó que el Eln quería abrir
un canal directo con Washington y que
le pidieron al mediador
Moritz Ackerman que escribiera
una carta para el Embajador. Según el cable diplomático, la propuesta era que el Eln podía
cooperar en la guerra antidrogas.
Desde comienzos de 2006, ya la Embajada de Estados Unidos consideraba importantes los contactos con el Eln a través de prediálogos en La Habana, pues se estimaba en 4.000 el número de posibles desmovilizados, sin contar que el proceso iba a permitir presionar a las Farc, acabar con cientos de secuestros y legitimar el proceso de paz paralelo que
entonces se llevaba con las autodefensas. Sin embargo, el
cable de febrero de 2006, ya
dejaba claro que el gobierno Uribe no era optimista y que a la Embajada le preocupaba que cualquier concesión
adicional al Eln, tendrían que hacérsela
a los ‘paras’.
Esa expectativa no era muy distinta a la que se tenía respecto al país. En el mismo cable ya se hablaba de la reelección de Uribe, lo cual era evaluado como cuatro
años y medio más de alianza. Se celebraba el número de extradiciones y la guerra antidrogas, pero también se advertía sobre una tercera
generación de “droguistas”
en las fuerzas armadas ilegales, luego de los ideólogos originales
y de los organizadores militares posteriores. Sobre las Farc,
su visión era que se apreciaban débiles pero que
iban a jugar con el intercambio humanitario, como en efecto sucedió.
En el cable se admite que hay frustraciones colombianas en sus relaciones con Estados Unidos, entre otros aspectos,
porque no reciben más blackhawks o no los dejan usar
la extradición como instrumento de negociación con los paramilitares y los narcotraficantes. Y se incluye un comentario particular sobre la presión sin descanso a que tiene sometidos Uribe a los militares, advirtiendo que podía estar quemando
a los uniformados o al menos creando una
distancia entre ellos y el liderazgo civil.
2006 terminó
con cables de octubre y diciembre,
en los cuales, primero se informó que había tensiones
entre Antonio García y el comisionado Luis Camilo Restrepo y que el Eln estaba listo
para un cese al fuego y soltar secuestrados a cambio de asistencia del Gobierno a los desplazados. Después se reportó que el mediador Moritz Ackerman había
dicho que el Eln no iba a suspender
contactos pero que lo hizo porque estaba a la espera de ver qué tanto
se debilitaba el Gobierno
con el escándalo de la parapolítica. Con el paso del tiempo, los acercamientos
fracasaron.