Las razones de Estado
EN LAS ÚLTIMAS
SEMANAS SE HAN dado a conocer
una serie de informaciones, provenientes de Estados Unidos, que tienen como común denominador el hecho de que a través de las denominadas "Razones de Estado" se terminan
archivando o esquivando investigaciones sobre violación flagrante de los derechos
humanos.
El tema no es nuevo
y demuestra hasta dónde la desinformación y la manipulación de los argumentos permiten justificar cierto tipo de atrocidades.
El hecho
más reciente es la publicación de las memorias de George W. Bush,
Decision points (Momentos decisivos).
En el libro se justifica la
decisión de haber
torturado prisioneros durante la guerra contra el terrorismo, con el peligroso argumento de que esto “ayudó a salvar
vidas”. Un agudo periodista le preguntó si estaba
de acuerdo con que dicha práctica se aplicara en algún otro país a ciudadanos
norteamericanos peligrosos.
Bush, desconcertado, eludió la respuesta. Que el ex presidente del país más
poderoso del planeta continúe insistiendo en justificar hechos condenables es una afrenta a la civilidad y vulnera todas la normas internacionales de convivencia.
Vinculada con lo anterior, se conoció
una información del Departamento de Justicia de dicho país, el cual decidió no presentar cargos contra un alto funcionario
de la CIA que ordenó destruir 92 cintas de video con imágenes de torturas a presuntos miembros de Al Qaeda en
1992. Los videos eran la prueba
de la forma arbitraria con la cual
se aplicó el concepto del todo vale que
ahora justifica Bush en su libro. A pesar de que continúa
abierta una investigación para determinar si las
prácticas fueron legales o no, no hay mayor optimismo
en los grupos defensores de
derechos humanos sobre resultados positivos.
Relacionada estrechamente con lo
anterior está la publicación
de documentos oficiales y reservados sobre la guerra en Irak a través de Wikileaks, donde se aprecia cómo funcionarios
de distinto rango del país del norte
han ignorado o consentido este tipo de perniciosas acciones, así como
casos flagrantes de asesinatos de civiles por parte de sus propias fuerzas. Antes que dar explicaciones
satisfactorias por los hechos denunciados, las autoridades han preferido
criticar la filtración de
los documentos y el hecho
de que ponen en peligro la vida de las tropas. Es decir, todo indica
que no va
a pasar nada con las revelaciones.
O no tanto.
Es probable que luego de 60
años se termine por dar excusas,
como lo hizo recientemente el presidente
Barack Obama, cuando llamó
al presidente de Guatemala, Álvaro Colom, para informarle
que un estudio que adelantaron autoridades de su país entre 1946 y 1948 llevó a que cientos de guatemaltecos fueran infectados, sin su conocimiento ni consentimiento, con el virus de enfermedades
venéreas para estudiar sus efectos
y formas de combatirlas. Colom calificó el hecho como
un “delito de lesa humanidad” y la Secretaria de
Estado lo describió como un
hecho “falto de ética y condenable”. Tiene razón y es loable
su actitud. Sin embargo, la misma llega
demasiado tarde, sin que haya a quien
responsabilizar por los hechos acaecidos.
Curiosamente en nuestro país, donde tanto
nos quejamos de la impunidad, avanzan las investigaciones por temas como
el de las ‘chuzadas’, los llamados falsos positivos, la yidispolítica o
Agro Ingreso Seguro, que involucran al alto gobierno. Asimismo, la actitud del Gobierno
frente al caso de los niños asesinados en Tame, Arauca,
ha sido objeto de reconocimiento por su celeridad y transparencia. Ese
es el camino.
Será por todo
lo anterior que frente a estos últimos hechos
hay una sensación en
Colombia de que, aunque estemos a la espera de definiciones judiciales, se avanza en investigaciones que podrían haberse
enredado en el concepto de las razones de Estado, es decir, el pernicioso
“tapen tapen”. De esta manera pareciera
que nos alejamos
de la frase de las inefables Tola y Maruja, al decir que en otros lares
tienen tanta, pero tanta moral, que a veces tienen
“hasta doble moral”.